Desde esa perspectiva, Luis Esteban, CEO de iProspect, apuntaba los tres frenos que el sector tiene todavía respecto a la aplicación de la inteligencia artificial: aprendizaje, disyuntiva hombre/máquina y la paradoja del control. También, y a partir de ahí, señaló los cinco puntos que deben tenerse en cuenta a la hora de abordarla: los objetivos del negocio, el consumidor en el centro, el aprendizaje, no dejar que lo perfecto sea enemigo de lo bueno a la hora de seleccionar los datos y el largo plazo. Y, tras señalar cómo la inteligencia artificial puede ayudar a los negocios: puede multiplicar por tres su capacidad de crecimiento y por dos la posibilidad de situarse en el liderazgo (a partir de los resultados extraídos de estudios de mercado y de una encuesta realizada por su compañía a principios de este año entre directores de marketing de varios países), también indicó que “manejar los datos de manera inteligente (no tanto obtenerlos) es uno de los grandes retos para la toma de decisiones”. No en vano, dijo, “las máquinas no pueden sustituir al cerebro humano” y es este el que selecciona aquella información que le es más útil.

No pueden sustituir pero sí aprender, señaló José Luis Vega, quien señaló que “para entender cómo aprende la inteligencia artificial basta con observar cómo aprende un niño: por patrones”. Lo cierto es que, desde la sala, David Torrejón, director de la Fede, reflexionó, a partir de las consideraciones hechas incluso por los científicos que trabajan en inteligencia artificial, sobre un aspecto del cerebro humano que quizá no es tenido muy en cuenta por la automatización: el cansancio y, por ende, la necesidad de recibir estímulos nuevos, diferentes, para mantenerse activo. Puso varios ejemplos, desde listas de éxitos musicales o series de televisión que utilizan la inteligencia artificial y cómo, precisamente a fuerza de repetir algoritmos, acaban por no estimular de la misma manera.

A partir de ahí, buena parte del debate se centró, precisamente, en ese paralelismo. “Lo que me inquieta de la inteligencia artificial es que pensemos que estemos construyendo cerebros humanos”, dijo Toni Segarra. Si bien este admitía las aportaciones de la tecnología, incluso para la creatividad, “en la medida en que puede rastrear conocimiento de forma rápida”, reclamó una vuelta al humanismo, algo que está en línea con una corriente creciente incluso entre los propios tecnólogos. Coincidía con él Luis Esteban cuando señalaba la necesidad de recuperar una educación más humanística, aunque también despejó dudas: “todo lo que pueda ser automatizado se va a automatizar”, dijo. Una perspectiva que nos enfrenta a cambios en los modelos de trabajo: cuántos empleos se van a perder en este proceso pero, también, cuántos nuevos se van a generar. Por el momento, apuntó Esteban, la tecnología ha abierto el sector a perfiles profesionales hasta ahora ajenos, ya no son las carreras relacionadas con el marketing o la publicidad las que nutren fundamentalmente los equipos, sino que en estos hay filósofos, sociólogos, licenciados en ciencias políticas, estadísticos, físicos o químicos, además de publicitarios.

Y, frente al dato frío, José Luis Vega, que ofreció varios ejemplos de cómo la tecnología ayuda en campos como la investigación o la lucha contra las noticias falsas, reclamaba “la pasión, el humanismo y los valores”.