Parece irónico que la democratización de los medios ha entrado en directo conflicto con la propia democracia. El Internet y las redes sociales nos prometieron una democratización casi utópica, donde un bloguero puede tener tanta voz y voto como un medio legítimo. La descentralización de los medios. David le hace frente a Goliat. ¡Cuidado con lo que deseen!

Una búsqueda en Google define la democracia como “una forma de gobierno del Estado donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de participación en la toma de decisiones políticas”. Sin embargo, en nuestro mundo de las comunicaciones, los “mecanismos legítimos de participación” brillan por su ausencia.

Winston Churchill dijo que “la democracia es la peor forma de gobierno, con excepción de todas las demás”. Sabias palabras. Yo he tenido el beneficio de haber vivido bajo varios sistemas gubernamentales, desde populismos extremos, hasta dictaduras militares y democracias. Y debo confesar que coincido con Churchill. No obstante, veo a nuestra querida democracia en una crisis existencial.

Sea cual fuera nuestra afiliación política, estamos viviendo una etapa de polarización global. En EEUU se vive la división política más grande desde la Guerra Civil. En el Reino Unido hemos visto una enorme división con el Brexit. En Francia vemos el renacimiento de una extrema derecha con enorme oposición. En Colombia hemos visto un “no” a las FARC que sorprendió a muchos. Y desde Barcelona a Buenos Aires, existen aún más ejemplos. Pero todos tienen algo en común: la rivalidad por sobre todas las cosas. La política se está convirtiendo en un fanatismo al mejor estilo Madrid-Barça, con la leve diferencia de que es algo más seria que el fútbol.

Pero ¿qué es lo que está generando este fanatismo que responde más a sentimientos de victoria que a intereses propios? Un campo muy íntimo y cercano al mundo de los medios: la comunicación. La democratización de los medios ha dado lugar a Wikipedia, una multitud de blogs, otra enormidad de webs con noticias falsas, y campañas de correo electrónico menos que fiables. Muchas de estas fuentes son, en el mejor de los casos, poco fiables, y en el peor, manipuladoras de la opinión pública para sus intereses propios. No deja de sorprenderme la cantidad de gente inteligente, preparada y educada que tuitea o comparte contenidos que oscilan desde lo falso hasta lo absurdo, lo que indica que el público se está dejando guiar por fuentes absolutamente ilegítimas y falsas.

El público tiende a escuchar lo que quiere escuchar. Y los manipuladores de información están aprovechando su poder democrático de difusión para alimentar más lo que la gente quiere escuchar, en muchos casos falso, y así alimentar el fanatismo y por ende la polarización. El de izquierdas se hace más de izquierdas y el de derechas se acerca al fascismo. Si bien apoyo enormemente esta democratización de medios, sospecho que se nos está yendo de las manos. Porque la información falsa bien gestionada y manipulada puede ser muy peligrosa. En EEUU, medios como The New York Times o The New Yorker, están haciendo campañas basadas en su credibilidad, avaladas por equipos profesionales. Si bien entiendo que con el fin de vender más periódicos o revistas o suscripciones por internet, también creo que intentan educar al público para que éste pueda distinguir entre noticias reales y manipuladoras. Animo a más medios a que sigan esta dirección. No sólo por su supervivencia económica, sino más aún por su responsabilidad de mantener un público educado, inteligente y poco manipulable. Que piensen y voten más con su cabeza que con su corazón. Porque lo que está en juego es mucho más que una liga.