Probablemente seas de esas personas que tuvieron que graduarse la vista en 2020. Yo soy una. Nuestros ojos están diseñados para ver de lejos y, de golpe, nos encierran entre cuatro paredes, en nuestro universo cúbico espacial, perdiendo la visión periférica necesaria para entender mejor el mundo. Consecuencia: para ver más allá tienes que volver a enseñar a tus ojos a hacerlo. 

Con las ideas ocurre algo un poco parecido. Confinarlas en el universo cúbico espacial de nuestro pensamiento y quedarnos con nuestras ideas como único horizonte, solo nos lleva a un lugar: una creatividad miope. 

Seguro que habrás oído alguna vez eso de que “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”, pues, señor Einstein, permítame una humilde licencia, ¿qué tal si decimos que la creatividad es la inteligencia “de dos” divirtiéndose? 

En Mi Querido Watson siempre decimos que uno se atreve mucho más cuando está bien acompañado y creo, co-creo firmemente, que en tiempos como los que vivimos, con un mercado que cambia las reglas cada diez minutos, con el nivel de incertidumbre mayor de la historia, donde el data driven pesa más que la intuición, donde el always on no siempre es always wow y donde competimos con el engagement de un meme, la creatividad nacida de la diversión de dos, de tres o de cuatro es francamente la mejor forma de llegar a soluciones que cambien las cosas. Y ya, de paso, construyan cosas como una marca, una audiencia o por qué no, siendo ambiciosos, un call to action mundial.

Desde lo más gurú de nuestros adentros, en MQW intentamos crear una disruptivegüiominimetodology pero no nos salió, porque lo que realmente nos pidió el cuerpo y la razón, fue ser quienes somos de verdad: Cocreativity.  Con nuestros clientes, con nuestros partners, con los insights de la gente, con las ideas que son producto de millones de ideas anteriores. Porque, lo que otros llaman ADN propio nosotros lo llamamos química de equipo.

De momento, yo voy a por mis gafas de ver más allá, que el 2021 promete escenarios nuevos.