Laura Riestra, Directora de Investigación de Arena Madrid y Leticia Michelena, Directora de Proyectos Estratégicos de Arena Madrid
Laura Riestra, Directora de Investigación de Arena Madrid y Leticia Michelena, Directora de Proyectos Estratégicos de Arena Madrid

Hasta el comienzo de este año llevábamos disfrutando como sociedad, durante mucho tiempo, de unos parámetros de vida estables, controlados, sin grandes sobresaltos, sin nada que alterara drásticamente lo que hacíamos, y mucho menos aún, cómo nos sentíamos. Sin embargo, la pandemia como elemento de cambio de larga duración, se ha traducido en cada uno de nosotros de una manera diferente, afectándonos a nivel individual, marcando nuestros hábitos y pensamientos, y a nivel social, provocando un desarrollo acelerado en los productos y servicios, transformando compañías e instituciones.

Encontrar nuestras mejores armas

De manera transversal, a todos nos ha llevado a un estado de incertidumbre y a muchos de nosotros además nos ha desorientado, haciéndonos sentir por etapas, vulnerabilidad, frustración, miedo, enfado, rabia, tristeza, resignación, resiliencia. Pero, por otro lado, vivencias como ésta dejan también en las personas aprendizajes de lo que queremos para nosotros mismos en el futuro y lo que queremos en relación con los demás, como comunidad, como sociedad, porque también hemos modificado nuestro ADN con valores como empatía, colaboración, ayuda, y agradecimiento. Incluso hemos aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, a sentir cierta indulgencia con pequeños placeres que ahora parecen inmensos, como son compartir un rato con amigos, respirar al aire libre desde una terraza, o un abrazo largo de algún familiar muy querido.

Durante este tiempo también hemos tenido que despertar en nosotros habilidades que podían estar adormecidas por ese estado previo de bienestar. Hemos desarrollado autonomía al encontrarnos solos en algunas situaciones, adquirido nuevos conocimientos necesarios para continuar con el desempeño de nuestras tareas, buscado soluciones alternativas por irrupciones en lo que constituía nuestra anterior normalidad, o incluso hemos sido más creativos para hacer frente también al aburrimiento y el hartazgo de esta situación. Y en prácticamente todas estas nuevas o recuperadas habilidades está presente la tecnología.

Tecnología como medio, no como fin

La tecnología es una herramienta de aceleración, de progreso y de innovación que principalmente nos regala recursos y tiempo. Pero también está ligada claramente a la industria digital que abre aún más la brecha del desarrollo en nuestro país y sobre la que hay que poner medidas y generar ayudas. Debemos tener claro que, aún hoy, hay desigualdad de acceso digital debido principalmente a diferencias socioeconómicas y que desequilibra la evolución y superación de la pandemia de muchas personas, puesto que limita, por ejemplo, la salud vía la telemedicina, la escolarización online, o el teletrabajo, entre otros.

En cualquier caso, lo que sí debemos hacer todos es aprender a vivir con la incertidumbre ya mencionada, estar preparados para afrontar cambios y no acomodarnos, y utilizar la tecnología que esté a nuestro alcance como herramienta para ser más fuertes y ganar en calidad de vida, sin que prevalezca ésta por encima de nuestro lado humano capaz de tomar decisiones y mostrar emociones que ni hoy ni nunca adquirirán las máquinas.

Alteración de nuestro mapa vital

Son muchos los acontecimientos que han marcado la historia de la humanidad y casi siempre han llevado consigo una alteración en el mapa vital del ser humano. Ese mapa, que ordena los factores esenciales de nuestra vida y centrado en el yo, se recalcula constantemente con el fin de llegar a la máxima fundamental, la consecución de la felicidad.

La pandemia ha puesto patas arriba nuestras prioridades vitales, nos ha sometido a dicotomías y contradicciones cuando poníamos en una balanza el yo individual y el yo colectivo y nos planteamos que esto puede convertirse a futuro en una de las secuelas que nos deje la pandemia.

Durante el confinamiento se multiplicaron las búsquedas de términos como “deporte en casa” o “recetas saludables”. Claramente, las personas priorizamos ese bien físico y, por ende, mental, en una situación anómala para todos de la cual no sabíamos ni cuándo ni cómo íbamos a salir.

Tampoco es de extrañar que ese bien mental también se complementara con una preocupación por el yo intelectual y que compañías como Udemy, de cursos online, tuviera un crecimiento de 425% en inscripciones, donde los cursos más escogidos fueran los relacionados con tech skills. Porque esta pandemia nos dejó huérfanos de oficina, de compañeros y de servicios de TI físicos. Convertimos nuestros salones o habitaciones en lugares en los que además de descansar se producía, y qué afortunados los que pudieron equiparse con sistemas más potentes, pantallas grandes o disponían de una red de internet más rápida.

El yo profesional se enfrentó a unas nuevas reglas del juego que tuvo que aprender rápidamente porque, a pesar de todo, la vida seguía ahí fuera, más silenciosa, pero igual de intensa, competitiva y cambiante. Unas reglas que además cambian o evolucionan con el paso de los días, ajenas no solo a las personas sino a veces a las propias compañías, sectores o negocios.

La humanidad se encuentra en un punto de inflexión y esta experiencia colectiva nuevamente pone entre las cuerdas y recalcula, lo que para nosotros ha sido importante hasta ahora. El bienestar personal y la supervivencia, sí, pero también la de los míos. Esos a los que a lo mejor prefiero no ver ni tocar porque protegerles es ahora nuestra prioridad. Bendita tecnología que permite que al menos veamos sus caras en una pantalla. Pero ¿y no se puede hacer nada más? Nos preguntamos a veces.

Hemos visto la ocurrencia de la profesora Kate Pavelka para abrazar a sus alumnos cada mañana y pensamos si la innovación no va a ser capaz de devolvernos esos abrazos olvidados a nuestros mayores, porque no sabemos cuánto tiempo más seremos capaces de reprimirlos.

Esto impacta directamente en ese mapa vital del que hablábamos provocando un desequilibrio que, vaticinamos, generará un impacto en la generación que lo haya vivido. ¿Cómo serán las relaciones?, ¿está desencadenando la limitación de poder reunirse un máximo de 6 personas que prioricemos a nuestros propios amigos?, ¿es el driver de la seguridad y la responsabilidad un nuevo criterio social a la hora de hacer planes?

Un aprendizaje de vida

Esperemos que, pasado todo esto, a pesar de haber encontrado cada uno un nuevo orden en nuestro mapa vital que nos haga anteponer unas necesidades a otras, hayamos construido un yo individual capaz de afrontar nuevos retos, aceptando el peligro como parte de nuestro día a día y aprovechando los recursos que la evolución tecnológica acelerada por esta pandemia nos está ofreciendo. Pero que además se equilibre con el yo colectivo responsable de velar por un bien común y que con la misma exigencia que a uno mismo, demande a los demás, a las compañías, a las marcas, un compromiso de bienestar y cuidado mutuo.

Por Laura Riestra, Directora de Investigación de Arena Madrid y Leticia Michelena, Directora de Proyectos Estratégicos de Arena Madrid