¿Puede una empresa que genera 1.000 millones de dólares en beneficios valer cien veces esa cifra? A menos de un mes después de la salida a bolsa de Facebook, la más anticipada de la reciente historia de Wall Street, el mercado parece opinar que no. En el cierre del día de salida, Facebook cotizaba en unos $104.000 millones, más del doble que los gigantes de Detroit: Ford o General Motors. Unas tres semanas más tarde, la red social muestra una valoración de unos $58.000 millones.

La lealtad de los inversores no sigue el paso de los usuarios, quienes cada vez son más y dedican más tiempo de su agenda cibernética a hacer amigos virtuales. Facebook hoy en día suma el 7% de todo el tiempo invertido en internet y se dirige hacia los 1.000 millones de usuarios. Si fuera un país, sería el tercero más grande del mundo, detrás de China y la India.
Pero estas cifras, si bien son espeluznantes, aún no se traducen en escala económica. Aunque es cierto que la red se ha convertido en el mayor anunciante de display banners, sobrepasando a Yahoo!, los ingresos siguen siendo relativamente ínfimos.


Distinto a Google, quien ofrece una variedad de productos publicitarios de alto valor añadido y coste, Facebook está limitado principalmente a una fuente de ingresos – los display banners suman el 85% del total – siendo este el formato más barato y menos efectivo para anunciantes. Tal es así, que recientemente General Motors eliminó el 100% de su inversión en la empresa de Mark Zuckerberg.


Es difícil adivinar aún cuál será el precio estable de esta acción. Con un precio de salida de $38, que bajó a $27 en apenas tres semanas, no se sabe si se estabilizará en estos niveles, recuperará parte del territorio perdido, o se caerá en el abismo. Existen tres desafíos que, en mi opinión, dictarán el destino de esta acción y de la empresa: diversificación, regulación, y gestión.


Está claro que el mercado está valorando el número de usuarios y no los ingresos. El año pasado Facebook mostró un ARPU (ingresos por usuario o según la sigla en inglés: average revenue per user) que no llega al centavo de dólar por año. No es muy atrevido adivinar que la empresa aún no ha encontrado la manera de monetizar su tráfico más allá de los intrascendentes CPMs que obtiene por sus display banners. Sin embargo, la red cuenta con un elemento de enorme potencial económico: el s-commerce, o comercio social, que se refiere a la influencia de sus usuarios a la hora de recomendar compras de productos y servicios. La plataforma es abierta, lo que permite a cientos de miles de tecnófilos desarrollar apps con herramientas comerciales. Por otro lado, la empresa continúa introduciendo elementos que captan cada vez más información de sus usuarios, como el Timeline. Esto podría resultar en una mina de oro a la hora de vender productos y servicios de investigación de mercado. El desarrollo y la diversificación de nuevas líneas de negocio es fundamental para obtener una monetización que se asemeje al éxito de tráfico.


El tamaño pantagruélico de la red la someterá cada vez más a la regulación de organismos internacionales. Tal como fue el caso con Microsoft o Google, las autoridades perseguirán con mayor rigor prácticas tanto de monopolio como de protección a la privacidad de los usuarios. Esto puede limitar las actividades comerciales de nuevas líneas de negocio como la investigación. Por ende, una estrategia de lobby internacional también resulta indispensable.

‘Niño’


Finalmente, tal como sucedió en su día con Apple, Yahoo! y Google, el joven Zuckerberg debe plantearse si tiene las tablas para gestionar semejante gigante. Hace tiempo que Zuckerberg fichó a Sheryl Sandberg de Google como su COO, pero él sigue al mando como consejero delegado. Aunque controla la mayoría de las acciones con derecho a voto, es de esperar que tanto accionistas como la junta directiva pongan presión para buscar nuevo liderazgo si entienden que un niño de 27 años no es capaz de dar vuelta la situación a tiempo y evitar la caída que ha experimentado la acción desde su salida a bolsa.


El veredicto está por verse, pero lo que está claro es que Zuckerberg ha ingresado en otra liga y deberá regirse bajo nuevas reglas con las presiones políticas, financieras y comerciales que esto significa. Si la empresa no es capaz de ajustarse a tiempo, será valorada por ratios financieros racionales y no por el efecto burbuja. Y esto podría quitarle un cero o más de su valoración actual.