Los hombres han de dejar de ser anfitriones para ser a veces huéspedes y casi siempre copropietarios. El mundo ha cambiado. A ellos les gusta el fútbol, los vinos, la sensualidad femenina... A nosotras, algunos futbolistas, presumir de familia... gustar. A casi todos nos interesa la aburrida política... Nos conmueven algunas obras de arte y hasta nos emocionan muchos anuncios... Ejercer nuestra profesión nos hace felices de forma universal.

Son más las cosas que nos unen que las que nos diferencian. Entre las que nos unen esta el hecho indiscutible de que por fin unos y otras hacemos de esa diferencia virtud.

Hoy está de moda ser muy mujer, igual que esta de moda ser muy hombre. Los millennials, por ejemplo, se reconocen espontáneamente como pares capaces de colaborar o competir. Ellos saben que irremediablemente ellas están destinadas a ejercer una responsabilidad que no les apetece tanto como a ellos: la de mandar. En el mundo de la música hay tres iconos femeninos que nos descubren la evolución de la actitud femenina en un mundo liderado por hombres: Barbra Streisand, Madonna y Taylor Swift. Si atendemos a las letras de sus canciones observamos que la huella de la primera ha guiado los pasos de sus sucesoras. Esta reivindicación femenina por salir al recreo y disfrutar del patio, o por ir de caza y volver a casa con un pichón es tan justa como necesaria por cansina que nos resulte a todos.

Se sabe que los hombres siempre han visto en nosotras a grandes trabajadoras. Pero aún prejuzgan nuestras prioridades o les dan un trato de cortesía trasnochada que no siempre es bien recibido por algunas de nosotras.

Todos y cada uno necesitan averiguar cómo piensan las mujeres para liderarlas y para venderles productos. Pero también para que sus grandes jefas los consideren para un ascenso.

El cerebro de un hombre y el de la mujer no siempre funcionan de la misma manera. Autores como el británico Baron-Cohen (hermano del actor), entre muchos otros, han demostrado científi camente que hombres y mujeres hablamos diferentes idiomas. Por lo tanto puede ser útil y hasta imprescindible ser bilingüe en cuestiones de género. Y hay que ver que mal suena la palabrita. Cada vez que un varón oye el término estornuda. Tanto es el estupor que produce que muchas la evitamos inventando eufemismos que no sirven de mucho ya que se nos ven las intenciones de lejos.

En los 80 autores americanos como Kennet Wenning o el matrimonio Pease nos deleitaron con teorías sobre las evidentes diferencias planetarias entre hombres y mujeres. En España, una de las señoras más brillantes de la Galaxia, Teresa Viejo, inauguró el siglo publicando varios ensayos de lectura obligatoria : Hombres, modo de empleo y Cómo sermujer y trabajar con hombres (mis favoritos). Solo Jessica Rabbit podría hacer sombra a esta impresionante dama (elegante, sensual, inteligente y exdirectora de Interviu), autorizadisima para poner en negro sobre blanco algunas de las evidentes razones por las que las hembras queremos que las cosas se hagan ya, y los machos que se hagan.

A nosotras nos gusta hablar por compartir. A ellos mirar el móvil. Ellos, no pueden evitar darnos soluciones ni nosotras insistir en darles explicaciones...

Las mujeres ya sabemos ser líderes sin copiar el modelo masculino. Nos han dado pistas pero hemos adaptado el modelo a nuestras necesidades. En este justo instante estamos todas mentorizandonos las unas a las otras. Si se nos conoce por los grupos de apoyo que organizamos para ir al baño ¡Cómo no íbamos a montar un congreso para ayudar a nuestras amigas a alcanzar el Everest de su sector y de su empresa! Ellos suman. Nosotras también.