Madrid está siempre a la vanguardia de las modas y tendencias que van haciéndose un hueco en nuestra piel de toro. Una piel mal engrasada que rechaza, por respeto a los animales, hacer espectáculo allí donde hombres y fieras miden sus fuerzas. A mí me parece que fieras y hombres se encuentran de forma metafórica en muchas charadas en las que la carencia de adjetivos de nuestra lengua los equipara.

Pero yo soy solo una madwoman añosa. Léase moderna, al estilo de la capital, una ciudad donde la alcaldesa es una abuela jubilada que ha competido en las urnas con otra sexagenaria. Las dos viven en una CA donde gobierna otra dama. Las tres, pese a las ideas de Albert Rivera, permanecen en política pese haber cumplido ya los 40.

Parece que en Madrid, ser mujer, adulta y culta mola. Pero quizás las apariencias engañan. Hablando el otro día con algunos de nuestros compañeros de faena descubrí que algunos parados de larga duración, mayores casi todos de 50 años, han estado estudiando un certificado de profesionalidad en Marketing y Comunicación; como se sabe, esta formación profesional solo puede completarse una vez se han finalizado las correspondientes prácticas en una empresa... Y he aquí el problema. Las empresas no se muestran entusiasmadas en contratar a este nuevo modelo de junior-senior.

Cuando algún colega dijo que quien debería obtener remuneración durante el entrenamiento de un novato debería ser el entrenador y no el entrenado, su yugular sufrió estragos.

Al parecer, hay oficios como el nuestro en el que pagar o cobrar por estar en las gradas es lícito, mientras que estar en el césped dando instrucciones y asumiendo riesgos no lo es tanto. Cuando los jugadores son además poco esperanzadores en términos de expectativas de futuro y estado físico, la situación se agrava. Lo peor de todo es que esa circunstancia, como el cáncer, nos puede sobrevenir a todos y a todas.

Con escenarios como este, en el que ni los publicitarios implicados se implican, porque no se considera el asunto una enfermedad rara, sino más bien una epidemia, las diferenciólogas ya no sabemos dónde está el fuego amigo. Se buscan empresas con un corazón tan grande como el de los habitantes de la Villa y Corte, que votan a sus líderes a pesar de sus años. ¿Dónde están La Caixa, Endesa o Coca- Cola? Me gustaría oír su voz o ver sus ofertas, y me gustaría conocer los nombres y los apellidos de los becadores y el de los becados, ya que, como decía Meg Ryan en Tienes un e-mail, “ todo es personal”.

Apóstoles

De ahí el auge del personal branding, en el que todos somos aún tan jóvenes, pero en el que ya hay un concurrido grupo de apóstoles, entre los que me encuentro, sacando punta al lápiz de lo imperioso que resulta construir reputación o marca por si, como a Espe o a Manola, nos apetece no jubilarnos. En este club de brandólogos destaca por su tenacidad e iniciativa mi amigo Guillem Recolons, que con Soymimarca y su equipo ya tiene un master y un congreso ganado para la causa de hacer de los profesionales personas más virtuosas que valiosas. Ya que el foco de la buena marca personal es la virtud, la excelencia humana, y no su cotización mercantilista.

¿Alguien sabe dónde está la frontera? No acepto ser buena persona como respuesta. A no ser que ser buena persona sea contratar sin mirar la fecha de nacimiento. La edad es solo una circunstancia.