Nos hemos acostumbrado de tal forma a que los políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, digan a los ciudadanos sólo lo que quieren oír, y no la verdad, que sus principales voceros, los medios, han adoptado el mismo comportamiento de forma simbiótica e inconsciente. Y así vamos avanzando en una infantilización progresiva e imparable de la sociedad.
Por ejemplo, en los últimos tiempos he podido leer no menos de cuatro reportajes amplios sobre el asunto de los libros electrónicos, con o sin Google por medio. Curioso, pero en ninguno de ello se cita el principal problema que esconde todo esto para la industria editorial, especialmente la española: la piratería peer to peer. Lo más paradójico es que los títulos donde he leído los reportajes tienen todos fuertes intereses en el mundo del libro. Pero al lector hay que darle lo que quiere leer, no la verdad. Me comenta alguien cercano que ARI y AEDE están seriamente preocupadas por la piratería peer to peer de revistas y diarios. Pues imaginémonos lo que le espera a la industria del libro. ¿Cuánto se puede tardar en descargar Millenium en un dispositivo? ¿Doce segundos? Su tercera entrega llegó al peer to peer , en español, semanas antes que el libro. Era algo de hasta los más tontos anticipábamos desde hacía años: desde el momento en que existan dispositivos para leer libros digitales cómodamente, la industria editorial tendrá que echarse a temblar. Bien, eso está ocurriendo ya. Es verdad que hay sistemas propietarios, como el Kindle de Amazon, pero podemos apostar sobre cuánto tardarán en crakearlo aquí. Y otros, como el de Sony, llegarán en abierto. Obviamente, a las editoriales no les queda otra que subirse al carro, pero eso no garantiza su supervivencia. Y si piensan que la publicidad va a solucionarles el problema es que son unos ingenuos. Durante años los grupos de medios han jugado a darle a su público lo que quería leer y oír en materia de descargas, convirtiendo a la SGAE en el enemigo público número uno, a veces con razón, las más sin ella, pero sin cuidarse de respaldar la necesidad (incluso la suya propia como productores de contenido) del respeto al copyrigth. Ahora estos grupos van a tener que forzar la máquina del lobby para, por fin, equipararnos al resto del mundo desarrollado en la consideración ilegal de las descargas peer to peer. Pero nada garantiza que vayan a conseguirlo, y menos a tiempo de evitar su debacle. Mucho y muy fuerte van a tener que presionar para que los políticos digan a los ciudadanos algo distinto de lo que quieren oír. Sobre todo si ni siquiera ellos mismos son capaces de hacerlo.David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales