Me permito recomendar al Sr. Ruiz-Gallardón que convoque un plebiscito popular al estilo Arenys de Munt para someter a la consideración ciudadana si debemos presentarnos o no a la elección de sede olímpica 2020. Y ya les adelanto mi voto: no.
No, porque creo que la única opción que tendríamos de llevarnos el tinglado sería marcarnos un comando-zeta y no habernos presentado a la de 2016. Y como el condensador de flujo todavía no se ha inventado, no podemos dar marcha atrás y no presentarnos a algo que se sabía que no iba a caer por Europa (dicho todo esto a toro pasao, que es como se comentan las cosas con fundamento). Y si nos presentamos ahora por tercera vez consecutiva y se la lleva París, que es lo que va a pasar, pues creo que se acabó forever el olimpismo madrileño. Ahora, analicemos un poco en detalle el tema de las votaciones. Se trataba de convencer a unos señores y señoras del COI (público objetivo: clase medio-viejuna, viejuna) de que nos eligieran en lugar de Río con sus playas y su Lula; Tokio con su sashimi y sus relojes Casio; o Chicago con su Obama y su Michael Jordan. Para ello era conveniente cargarse de argumentos. Y todo es opinable, pero me parece que se hizo un grato trabajo. Uno de los pilares de la candidatura era conseguir el apoyo popular. Un 93% parece ser. Y 400.000 personas en la Cibeles. La idea de ‘tengo una corazonada’ funcionó e incluso uno de los logos más feos de la historia (nota al margen: dispongo de unos guantes que regaló Marca con cada dedo de un color que eso lo vendo en eBay en el 2016 y ya tengo plan de pensiones) también dio su juego porque todo el mundo hacía el gesto de la manita abierta y, oye, como que era simpático y todo. Buenísima campaña, grandes resultados. Perfecto. Otro aspecto importante en términos de comunicación era transmitir al público objetivo coiístico la pasión del pueblo madrileño por la celebración de los Juegos, la multiculturalidad y hospitalidad de la ciudad, y el hecho de que tenemos el proyecto de infraestructuras más avanzado por instalaciones realizadas (y si no, se vuelve a abrir Serrano de arriba abajo o lo que haga falta). En mi opinión los vídeos estaban muy bien (alguno un pelín demasiado chambaoístico para mi gusto), especialmente el de “los alemanes somos los más madrileños de todos…”. Me parece una idea fantástica. Todo se puede mejorar, pero las presentaciones audiovisuales estaban a gran nivel. Entonces, ¿qué es lo que pasó? Que no convencimos a gran parte de nuestro público objetivo. Y eso se hace conquistándolos uno a uno. Ahí, por lo que sea, estuvimos flojos. Y de nada sirvió que se hubieran hecho los deberes como Dios manda. No fuimos capaces de convencerles de que eso de la rotación de continentes era algo trasnochado y que se tenían que fijar en el proyecto y no en el mapamundi. Y todo el esfuerzo (y toda la pasta) a la basura.Cucharadita Y es que el gran momento de la verdad a la hora de tomar una decisión de compra es en el uno a uno. Comprando un yogur en vez de otro en tu Pryca de confianza sucumbiendo a los encantos de una azafata que te lo da a probar en modo ‘una cucharadita…?’ o desistiendo de adquirir el exprimidor de tus sueños en exprimidores.com porque el proceso de compra es engorroso y no se entiende. Por eso, está muy bien invertir en grandes campañas televisivas para hacer nuestra marca más atractiva a los ojos del público, pero si en el contacto directo (punto de venta, e-commerce, call center, servicio), en el uno contra uno, fallamos, todo se puede ir al garete. Es una obviedad, lo sé. Pero es que no sé si lo sabe el operador de ADSL que se gasta un pastón en medios para que me guste su marca y me entere de su oferta y luego llama a mi casa a las 9 y media de la noche día sí y día no cuando ya le he dicho 400 veces que no me interesa, consiguiendo que su marca no me resulte muy grata que digamos.pacheco@anuncios.com