Eso es internet gracias a las redes sociales. Como en un bar, la gente se organiza por grupos, en cada grupo hay unos pocos que llevan la voz cantante. Y si uno está con los oídos abiertos, puede escuchar de todo, desde insensateces a simplezas, pasando por notables muestras de sabiduría popular o intelectual. No debería escandalizarme de lo primero, pero, tratándose de palabra escrita, reconozco que a mí me cuesta acostumbrarme. En el bar no le doy importancia al tipo de al lado que suelta una sublime imbecilidad detrás de otra, pero me deprimo al comprobar cómo en los comentarios de un diario, un foro o un muro de Facebook se van acumulando las mentecaterías y los insultos uno detrás de otro hasta aplastar las intervenciones más sensatas y constructivas.

No me extraña que muchos anunciantes tengan más de un reparo a la hora de quedar expuestos al fuego indiscriminado en que se ha convertido buena parte de esta barra de bar. A este respecto, los anunciantes novatos deberían estar muy bien asesorados y contar desde el principio con que van a necesitar un habilidoso community manager (propongamos gestor de comunidades, ahora que podemos). Ésta es una figura que no tiene comparación en nuestro bar físico pero que promete alcanzar una gran fortuna en internet. Están ejerciendo de gestor de comunidades profesionales de todo tipo de procedencias: periodistas, relaciones públicas, redactores de agencias digitales, e incluso los propios equipos de marketing, aunque el asunto reclama a toda velocidad una especialización. Está por generalizarse la descripción del puesto y sus cualidades, pero desde luego una de ellas va a tener que sobresalir: el famoso templar gaitas.

Malévolamente, se me ocurre que este esfuerzo por mantener el tipo ante el cliente en primera persona también puede utilizarse como un excelente recurso de formación interna. Igual que muchos directivos rotan por todos los departamentos de la compañía para completar su formación, una paradita de una semana como gestores de comunidad podría ser la forma más rápida de entrar en contacto con el otro jefe, el cliente. Claro que quizás no sea una gran idea si tenemos en cuenta las dotes de comunicación de muchos directivos. Y es que el gestor de comunidades tiene una enorme responsabilidad sobre su cabeza y la tiene en relación a un sueldo probablemente poco lustroso. Ya veremos cómo evoluciona.

David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales