La respuesta correcta es no. Nunca he sido un fan, pero han conseguido que lo aborrezca. La forma en que se nos impone como espectadores u oyentes, el abuso sobre el resto de deportes, la insustancialidad de las informaciones, hacen que cambie de cadena o canal cada vez que llegan esos espacios.

Eso se convierte en tarea ímproba los sábados y domingos por la tarde en la radio. Y los diez o doce minutos obligatorios de fútbol que tienes que trasegar en cualquier informativo televisado para saber, con suerte, cómo ha terminado un rally o un partido de tenis, me han convertido en un habitual picoteador de los sitos en internet de diarios deportivos (en las que puedo prescindir de sus páginas de inicio súper futboleras), además de conseguir que mi visionado termine cuando aparece el eufemístico cartel de Deportes. Y si alguna vez, por pereza mental o porque comparto el visionado con alguien que sí lo quiere ver, me trago lo sobredicho, me suelo encontrar con contenidos que rayan el surrealismo: lesiones, cotilleos, polémicas estiradas hasta la náusea, y eso que se ha dado en llamar la previa, que suele ser un conjunto de obviedades que causarían sonrojo aplicadas a otros campos. Eso sin entrar a calificar el interés y la profundidad de las entrevistas y declaraciones. Seré un antiguo, pero cuando de tarde en tarde, quiero saber algo de fútbol, acudo a las crónicas escritas de buenos periodistas.


¿Me gusta el baloncesto? La respuesta correcta es sí. Pero si hicieran lo mismo que con el fútbol lo aborrecería igual. Bueno, pues toma tres tazas. Era de esperar que la guerra contra el agujero negro de audiencia en que se está convirtiendo TVE saliera por algún sitio, y ha salido por el fútbol. Partidos todos los días de la semana más lo que ello conlleva: más previas, extender la información a las ligas inferiores, etcétera. No sé, y tampoco me interesa demasiado, quién va a intentar beneficiarse del acuerdo. Sólo sé que todo tiene un límite y que los astutos tejedores de este movimiento pueden verse con cifras de audiencia y por tanto de ingresos publicitarios lejos de sus predicciones. No es la primera vez que mentes ambiciosas se equivocan al respecto. Véanse los ingresos del pay per view en los que se fundamentó la famosa guerra del fútbol. Ojalá no sea yo el que se equivoque, y no por miedo al ridículo, sino porque mi autoestima país bajaría otros cuantos puntos. En cualquier caso, me consuelo, podría haber sido peor. Podría haber ocurrido que en vez de por el fútbol, el contraataque a TVE hubiese saltado por la telebasura. Claro que a lo mejor me estoy adelantando a los acontecimientos.

David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales