A los pocos días de estrenarse la campaña estoloarreglamosentretodos ya había aparecido una plataforma en Facebook llamada Esto deberían arreglarlo los que lo jodieron. En los blogs de Anuncios.com se criticaba el tono lúgubre de la dirección de arte, y los votos del votódromo señalan que la mayoría de nuestros lectores, en general publicitarios, no creen que la publicidad pueda arreglarlo. Y éstas son sólo unas pocas de las críticas recibidas, pero nos dan una idea de lo difícil que es para la publicidad y los publicitarios hacer una campaña con tan utópico y social objetivo.
Es el prototipo de campaña trampa en la que, hagas lo que hagas, sea en blanco y negro o en color, realista u optimista, sabes que las críticas te van a llover. Pero, al tiempo, hay que saber que, al margen de las voces críticas, hay una gran mayoría de personas a las que les va a llegar un mensaje que les hará al menos reflexionar. El balance, es mi opinión personal, va a ser positivo y contribuirá, no sólo a difundir la idea de que todos podemos hacer algo por salir de la crisis, sino a que los ciudadanos empiecen a salir del ensueño infantilizante en el que habíamos caído. Un ensueño del que la publicidad no es inocente. Las marcas se han subido al carro sociológico del llamado sistema del bienestar y llevan años machacándonos con ideas como “tienes derecho”, “te lo mereces”, “ahora todo es gratis”.
A esto se suma que no hay político (y apenas columnistas de prensa) que se haya atrevido a decir en público una gran verdad: además de la responsabilidad de gobiernos y empresas, los ciudadanos han –hemos-- tenido su parte alícuota de culpa, actuando como especuladores del suelo y la propiedad inmobiliaria, sosteniendo gobiernos municipales corruptos porque pensaban que de ahí todos sacaban tajada o permitiendo que sus hijos dejaran de estudiar para emplearse cuanto antes en sectores de bajo valor y, entonces, alta remuneración. El ensueño ha terminado y me parece bien que la publicidad alivie a través de esta campaña parte del perjuicio provocado. Va a recibir por todos los lados, incluido el de su propio sector, pero su mensaje es no sólo oportuno, sino necesario. Lo que nos dice no es agradable, pero es la pura verdad. Comprobamos cada día cómo en las clases dirigentes las ganas de arreglarlo se sacrifican por la posibilidad de sacar partido, así que, mientras esto tenga arreglo, tendremos que intentar arreglarlo entre todos. Lo malo es que no hay nadie que nos dirija.
David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales