Miguel (nombre figurado) el del burro es puro marketing, y reivindico con ello el sentido positivo del término. Este personaje hecho cuerpo ya con el paisaje de Rincón de la Victoria (Málaga) no tiene ningún diploma en la materia, pero su caso le valdría para ganarse un sobresaliente en el ejercicio final de una maestría. Miguel lleva veinte años, o quizás treinta, nadie lo sabe con precisión, llevando los productos típicos de la sierra malagueña de La Axarquía a los habitantes del lugar, no necesariamente turistas. Son los mismos productos que pueden encontrarse en las tiendas de Rincón de la Victoria, pero la experiencia cliente que ofrece no puede ser más distinta. Entre tomar unos higos y una botella de aceite de la estantería de un supermercado y comprarlos a pie de burro, hay todo un mundo de distancia. Quien ve sacar de la alforja el producto que se va a llevar a casa se imagina en un fugaz instante cómo esa maravilla ha sido recogida allá arriba esa misma mañana y ha llegado a sus manos sin camiones, almacenes o intermediarios. Seguramente, además, sea cierto.

Algún listillo diría que problema de Miguel es que su negocio no es escalable, pero estoy seguro de que a él eso le importa un pepino. No se le observa ambición alguna por llegar a presidente de una franquicia de vendedores con burro extendida por toda la Península Ibérica. Y yo le comprendo. Ha encontrado un nicho sin competencia que le permite vivir y pasárselo bien. La virtud que le ha permitido mantenerse treinta años en el mercado ha sido, paradójicamente, su falta de ambición. Cualquiera en su caso habría cambiado el fiel cuadrúpedo por una furgoneta en cuanto hubiera podido, de forma que se habría perdido su posicionamiento y habría pasado a competir con los miles de vendedores de ambulantes que recorren la costa en sus vehículos.


Llevamos dos años de profunda crisis y no se aprecia ningún atisbo de esa anunciada refundación del capitalismo. Los medios siguen reflejando un interés desmedido por el crecimiento de empresas y países. No parece que vayamos a entender nunca que el crecimiento indefinido no es posible y que no crecer, manteniendo el beneficio y el valor añadido para los consumidores, como hace Miguel, es una opción tan honorable o más, que los 15% de incremento anual que exigían y siguen exigiendo los accionistas financieros, como si nunca hubiera pasado nada. Como si esta fuera la única forma de actuar.

David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales