En la ciudad de Lugo, cuya catedral disfruta del privilegio de tener todo el año en exposición al Santísimo Sacramento, o sea, la Sagrada Forma, o sea, coloquialmente pero sin faltar, la Hostia, había un barrio maldito, la Tinería, sembrado de baretos, donde campeaba una prostitución tristona y sórdida, no sé si más acreedora a la ternura que a la indignación, o al revés. A los niños y adolescentes no se les dejaba ni acercarse a aquellas calles tóxicas, lo que daba pábulo a toda clase de fantasías y leyendas urbanas. Lo sé de buena fuente: yo era uno de esos niños.
Aunque no revueltos, el barrio y la catedral estaban juntos. Apenas cien metros y ya estabas en territorio fronterizo. De este lado, los lucenses de bien; del otro, territorio apache. Y la espléndida muralla romana, haciendo de cinturón de contención de los transeúntes de la zona, que no de castidad.
Creo que esta coincidencia no era o no es específica de mi ciudad . He oído hablar de otros lugares donde se produce la misma o parecida cohabitación.¿Es que los contrarios se atraen? ¿Es que dioses y demonios buscan su eterno campo de Agramante en los vientres de las ciudades, donde se espesa y apelmaza la historia? ¿Simple cuestión de flujo ciudadano? ¿Pecadores que buscan un perdón rápido? ¿Fieles que, aliviados del peso de sus pecados, se sienten eufóricos, y disculpados para echar una cana al aire, sabiendo que siempre hay clemencia para los que saben arrepentirse?
Magdalenas
Cuando me doy de bruces con imágenes como las que ilustran este escrito, capturadas al vuelo en mis paseos por la Ciutat Vella barcelonesa, no puedo por menos de recordar aquella infancia lucense donde lo sagrado y los profano compartían espacio. Allí era la catedral, con su esplendorosa custodia, su Pantocrator, su valioso retablo y su Virgen de los Ojos Grandes y al lado, donde daba la vuelta el aire, las paupérrimas magdalenas, aquellas putas tristes y sus clientes de pueblo. En la Catedral de Barcelona, la oferta Cero-cero del Santander y en la Iglesia del Carmen en plenas Ramblas, los rotundos calzoncillos Calvin Klein. Lo sagrado y los profano. La vida misma.
Enrique González es presidente de FMRG Compact
