Nada hay más sano a la vuelta del verano que una hoja de papel en blanco donde escribir los nuevos planes, las ilusiones, los cambios que vamos a llevar a cabo, etcétera. Pero no solo en el ámbito profesional, sino también en el personal. A continuación vemos una serie de claves desde el punto de vista analítico:

• El objetivo


De la misma forma que todas las empresas tienen un objetivo claro, una misión y una visión, así deberíamos nosotros tener en nuestras vidas. El hecho de tener un objetivo claramente definido nos va a ayudar a poder establecer una estrategia para alcanzarlo y, al llevar a cabo dicha estrategia, conseguirlo y que esto nos ayude a ser más felices. Deberemos tener objetivos de largo plazo y objetivos de corto plazo, pero es más importante el de largo que el de corto (igual que en las empresas). Si el objetivo de tu vida es ayudar a los demás, cada día caminarás hacia eso y ante las grandes decisiones antepondrás esa prioridad; en el corto plazo, por ejemplo para un año determinado, te fijarás un objetivo de corto plazo, como ponerte en contacto con alguna ONG a la que puedas aportar algo. La mayoría de los que leen este artículo seguro que estarán hartos de aplicar estrategias a la consecución de objetivos de largo y corto plazo en sus empresas pero, ¿cuántos podrían escribir en una hoja de papel cuál es el objetivo de sus vidas? ¿Y los objetivos para este año que construyen al objetivo general?

• El ‘mix’ óptimo


Disponemos de unos recursos fijos en tiempo, en energía y en talento. ¿Cuánto de cada uno dedicamos al trabajo y cuánto a la familia? Normalmente, invertimos más recursos en el trabajo, sin darnos cuenta de lo importante que es el tiempo, la energía y el talento que se dedica a la familia. Esto sucede en parte por la prontitud del retorno en el campo profesional (consigues una venta, acabas un proyecto, ganas un concurso, etcétera), que resulta muy distinta del funcionamiento en el campo personal (tus hijos tardarán veinte años en mostrarte si consiguieron finalizar sus estudios y encontrar un trabajo). Sin embargo, deberemos hacer una distribución de los recursos pensando en la contribución de cada acción en el corto plazo sobre el objetivo que tenemos en el largo. Por eso es tan importante tener escrito el objetivo de nuestras vidas en una hoja de papel. Añadiremos ahora cómo vamos a distribuir los recursos para conseguir dicho objetivo.

• La estrategia


Sé donde quiero llevar mi vida y me rodeo de personas que me van a acompañar en ese camino (lo que no quiere decir que ellas no tengan su propio camino). Tengo que ser capaz de establecer una cultura de la que todos participemos. Sólo así caminaremos en la dirección correcta. De la misma forma que en una empresa existen reuniones con los empleados donde se les hace partícipes de los objetivos de la compañía, donde se les pregunta, se les escucha, y cuyas opiniones se tienen en cuenta; así mismo deberemos hacerlo en la familia. Tenemos un objetivo personal y un mix óptimo de los recursos propios para alcanzar dicho objetivo, ahora deberemos integrar esa visión en nuestro entorno, amoldarla en base a las necesidades de los otros, y seguir adelante.

• Evitar decisiones de alto riesgo

Todos hemos tenido la tentación del sólo por esta vez y todos conocemos, seguro, fracasos personales que tuvieron lugar en un instante, de un día para otro: parejas que se separan o familias que se desmoronan por errores tontos. De la misma forma que no arriesgamos en las empresas, tampoco deberemos hacerlo en nuestras vidas personales ¿Por qué ningún anunciante líder de gran consumo se arriesgaría a llevar a cero su presupuesto en televisión de un año para otro? Demasiado riesgo.

• La métrica de valor


Por último, lleguemos donde lleguemos en el camino hacia nuestro objetivo, al final de nuestras vidas podremos calcular cuál ha sido el ROI (retorno de nuestras inversiones) y, para ello, deberemos definir respecto a qué métrica mediremos dicho retorno. Nos equivocaremos si centramos dicho retorno sólo en el dinero que hayamos ganado y no en las acciones que hayamos hecho, en las personas que hayamos conocido y a las que hayamos ayudado. Muchas veces visito residencias de ancianos y siempre tengo la sensación de ver mucha frustración. Empresas humanas fracasadas, personas que miran hacia atrás en sus vidas y no les gusta lo que ven. Y me pregunto: ¿modelos matemáticos con error? ¿o más bien falta de modelos? Me inclino por lo segundo.


La vida no es una fórmula matemática, desde luego, pero a veces una visión un poco más científica de nosotros mismos podría ayudar….


Macarena Estévez es socia consultora de Conento