“El pergamino ha muerto”. “El manuscrito ha muerto”. “La gramola ha muerto”. “El vinilo ha muerto”. “La cassette ha muerto”, “El CD ha muerto”. “El libro ha muerto”. Y me dejo muchos entierros prematuros más en el tintero. Prematuros porque ninguna de esas tecnologías ha muerto. Aún hay mucha gente ganándose la vida con los pergaminos, con los manuscritos, con los discos de pizarra y los vinilos, y el otro día me sorprendió (aunque no debería) saber que hay un movimiento reivindicativo de las cassettes, el soporte musical más odiado por un servidor.
Fijémonos en la fotografía. El carrete analógico no sólo no ha desaparecido, sino que ha dado lugar a un floreciente negocio, el de las tiendas de lomografía y similares, que no solamente atiende a talludos nostálgicos, al contrario, se nutre de jóvenes ávidos de nuevas experiencias. Han conseguido ver en una tecnología superada valores que aquellos que la inventaron y explotaron durante décadas jamás intuyeron. Es más, han sido capaces de entender que en la imperfección de la técnica hay más valor que en su perfección. Las máquinas lomográficas son unos ingenios tan imperfectos que nunca se sabe cómo va a salir la foto, pero sí que será única.
El último de estos fenómenos es el de la extinta Polaroid. Un grupo de entusiastas exempleados apostaron por mantener viva su llama y tuvieron la humorada de llamar a su empresa Impossible Project. No tan imposible, pues lleva vendidos 500.000 consumibles en un año y espera llegar a 2 millones en 2011, con unos nada despreciables beneficios. Habrían sido más si no hubieran tenido problemas para reproducir los carretes de color por falta de productos químicos, cosa que ya han resuelto. Es decir, lo que han vendido ha sido en su mayor parte carretes de blanco y negro y unos pocos en color experimentales. Inspirándose el caso de la lomografía y moviéndose en círculos artísticos y de moda, han sabido también encontrar y vender valores únicos en una tecnología aparentemente desfasada.
La reflexión parece obvia hoy día, pero no lo fue para quienes la tuvieron delante: lo que estaba muerto no era la tecnología, sino un modelo de negocio. Una tecnología que ha dejado de ser rentable en un modelo masivo, puede pasar a serlo, y mucho, como un modelo de nicho. Pensemos en algunos sobre los que hoy pende la espada de Damocles y veamos su proyección.
David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales