Esta historia fue publicada por Roger Bacon (1220 – 1292). Enseñó Filosofía en Oxford, de donde fue expulsado por orden del Papa . Esta parábola fue manejada por Bacon en sus clases, al hablar de la filosofía sufí. Es esta una versión que se atribuye al sufi Hasan de Basra, quien vivió hace casi doce siglos.

Parábola de los hijos codiciosos: había una vez un labrador que era generoso y muy trabajador. Tenía varios hijos, que eran haraganes y codiciosos. En su lecho de muerte les dijo que encontrarían su tesoro si cavaban en un lugar preciso. Tan pronto murió el viejo, los hijos corrieron a los campos, que cavaron de una punta a la otra, con desesperación y concentración creciente al no encontrar el oro en el lugar indicado.


Pero no lo hallaron. Suponiendo que, a causa de su manera generosa de ser, el padre había regalado su oro en vida, abandonaron la búsqueda. Finalmente, se les ocurrió que, como la tierra había sido preparada, podrían incluso sembrar algún cereal. Cultivaron trigo, que produjo una abundante cosecha. La vendieron y prosperaron durante un año.


Una vez concluida la cosecha, los hijos pensaron nuevamente en la remota posibilidad de que el oro enterrado hubiese pasado inadvertido, de manera que cavaron nuevamente en sus campos, con el mismo resultado.


Luego de varios años se acostumbraron al trabajo y al ciclo de las estaciones, algo que no habían conocido anteriormente. Fue entonces cuando comprendieron la razón por la cual su padre utilizó este método para disciplinarlos, y se trasformaron en labradores honestos y satisfechos. Finalmente se dieron cuenta de que poseían suficientes riquezas como para no necesitar seguir preguntándose por el tesoro escondido”.


Así sucede con la enseñanza acerca de la manera de entender el destino humano y el significado de la vida. El maestro, enfrentado con la impaciencia, confusión y voracidad de los estudiantes, debe dirigirlos hacia una actividad que él sabe constructiva y beneficiosa para ellos, pero cuya función y objetivo a menudo permanecen ocultos para éstos por su propia crudeza.
La parábola tiene una aplicación clara y explícita a la enseñanza, a la forma en que el maestro debe conducir al alumno y al objetivo de la enseñanza, casi siempre oculto para el estudiante.

Me voy a permitir utilizar el cuento para ilustrar el título del artículo, Recuperar la voluntad cedida, que a su vez diagnostica, lo que en mi opinión, es un signo de nuestra época:

La desaparición de la voluntad como constitutiva de la realización del ser humano, y por ende, la no apelación a la voluntad como forma de superar la situación sociológica y económica en la que vivimos.


Podemos hablar de tres diferentes campos de significación asociados a la voluntad:


1. Voluntad como intención o deseo.


2. Voluntad como capacidad del hombre para tomar libremente decisiones ( libertad, albedrío…)


3.Voluntad como capacidad de una persona para llevar a cabo algo que supone esfuerzo (perseverancia, tesón, constancia).

1. Voluntad como intención o deseo


Vivimos en la sociedad del deseo: esto tanto a nivel individual como social; no hay crisis de deseo. Todos deseamos más y más; lo que nos rodea cada día alza más su voz para interpelar al deseo; las represiones, las barreras, las defensas cada día son menores, con lo que el deseo cada vez es mayor. En este sentido no hay crisis de voluntad ni de intención.
Pero se trata de un deseo bruto, incontrolado, no canalizado.


Uno de los signos de nuestra época es la prevalencia del ello frente al superyo. Los dictados que antes nos venían desde el superyo en forma de “ no hagas eso”, “te prohíbo”, “ten cuidado”, han sido sustituidos por los dictados del ello en forma de “disfruta” , “ no seas cobarde”, “pásalo bien”. El pasarlo bien, el disfrutar, el hedonismo en toda su extensión… Es casi un imperativo. La culpabilidad no está tanto en la transgresión de algo prohibido, cuanto en el no hacer algo demandado.

Pero el hedonismo es un valor que empieza a cuestionarse, es un valor cuya credibilidad está en entredicho; a través del hedonismo (encarnado en las promesas del consumo, los mensajes de determinadas marcas, el fomento de determinados comportamientos) poco menos que se ha prometido la consecución de determinados valores y estados interiores: la felicidad, la belleza, la salud, la inmortalidad. Y a pesar de que el hedonismo sea el estandarte del comportamiento, nos encontramos con unos individuos frustrados, psicológicamente más débiles cada día y con una sociedad tediosa, problemática, empobrecida. Algo falla en esta sociedad. El disfrute, panacea de nuestra sociedad, no genera la satisfacción, el equilibrio, el bienestar psicológico que promete en su mismo enunciado.

2. Voluntad como capacidad del hombre para tomar libremente decisiones

Heidegger nos habla de cómo el mundo de la técnica (mundo que nos envuelve y rodea por doquier: móviles, ordenadores, reactores, sensores, escáneres.. ) es un proceso automático y desprovisto de finalidad. Si la ciencia y la técnica deberían ayudar al hombre a ser más libre, a emanciparse de la naturaleza y a ser más feliz, en la dinámica que impone el mundo de la técnica, mundo carente de metas y de objetivos, lo que sobresale no es la voluntad de los hombres sino el progreso por el progreso; estamos en un mundo donde nadie sabe a dónde va porque no hay finalidad, porque el mundo de la técnica impone sus leyes, que son las de avanza o muere.


¿Dónde está la libertad de elección, fundamento de la libre competencia y presupuesto básico de la mayoría de las marcas que invierten millones de euros para que sean elegidas de entre otras muchas, si en el mundo en que vivimos no tenemos libertad ni voluntad para fijar los beneficios de esta elección? No sólo la propuesta de las marcas viene impuesta por la mecanicidad, sino que la propia elección (entre varias alternativas) es también un proceso ausente de libertad.
Los mensajes políticos, los beneficios aparentemente diferenciales de las marcas, no son fruto de la consideración del consumidor como un ser con libertad, sino imperativos de partidos/compañías/marcas cuyo crecimiento y dinamicidad ni siquiera ellos controlan.
Esta separación tan pronunciada entre fines y medios, o el triunfo de la técnica sobre cualquier finalidad, se ve claramente en los programas de televisión o en los debates políticos: importa el share o quién ha ganado el debate, no importa ni la argumentación ni el contenido. Y, en este sentido, cualquier temática es válida si mejora las audiencia, cualquier postura vale para salir vencedor del debate.


En el caso de las marcas, con sus mensajes y posicionamiento, en el caso de los programas de la televisión, o de los debates políticos, …no nos dirigimos al hombre libre, con voluntad de elegir: para ser libre y con voluntad habría que mostrar la dirección, la meta, los fines (nos engañan con el apelativo de ciudadano inteligente, de consumidor inteligente). Si la finalidad fuese auténtica, verdadera, se preocuparían de hacer consumidores libres, ciudadanos con libertad. Importa la cantidad, la fuerza bruta, no la calidad o libre elección.

3 .Voluntad como sinónimo de perseverancia y esfuerzo.

Vivimos en una sociedad dominada por el poder y el saber, dos modalidades muy emparentadas con la cabeza, con la razón, con la inteligencia. Poder y Saber, con todas sus ramificaciones, han relegado a las otras modalidades: Querer y Deber; éstas últimas están más conectadas con el corazón, la emoción y el impulso.

La supremacía que socialmente han tenido y siguen teniendo el poder y el saber han silenciado y relegado a un segundo plano el querer (la voluntad) y el deber (la ética).


Las sociedades dominadas por las modalidades del poder y el saber dan primacía a los resultados, sin tener en cuenta el proceso. Es el caso de, por ejemplo, el afán por acceder a la fama bajo la fórmula del tiempo concentrado: comentaristas de radio y televisión que acceden a serlo por el hecho de no tener el mínimo pudor; cantantes de concurso semanal que quieren dar lecciones al mismo Pavarotti; famosillos que se creen doctores por haber adivinado donde tienen la mano derecha…. Son algunos ejemplos de una sociedad donde la voluntad como esfuerzo, trabajo, tesón…. Apenas cuenta. Sociedad donde se comprime/anula el tiempo intermedio y se accede directamente al resultado final, cuando en realidad el verdadero resultado final es fruto del tiempo intermedio -- tiempo de voluntad, maduración, adquisición de habilidades--.


Es cierto que la sociedad de la inteligencia, del saber y del poder goza de una mejor imagen, de mayor actualidad y vigencia quizás por su relación con la concepción laica de la sociedad. Por el contrario la voluntad no parece tener idéntica imagen y vigencia (y esto, más allá de su emparentamiento con el esfuerzo y el sacrificio); posiblemente se debe a su mayor cercanía con una concepción más religiosa de la sociedad.


Aparte de que la voluntad sea una facultad que no esté de moda, históricamente hemos vivido tiempos donde la voluntad ha sido transferida, arrancada de nuestro dominio: hemos delegado nuestra voluntad a la voluntad divina, a la voluntad de los padres, a la voluntad de jerarquías superiores ( instituciones políticas, religiosas, etcétera); como consecuencia de ello, vivimos como si nuestra voluntad no nos perteneciera (pertenece a otros por delegación ) y por tanto no nos hacemos cargo de nuestra propia voluntad. El resultado: ciudadanos, seres desprovistos de voluntad.


Y una sociedad compuesta por individuos sin voluntad (involuntarios) es una sociedad que no puede progresar; no sólo no puede progresar, porque no hay voluntad, sino que es una sociedad que no puede ser ética, en el sentido kantiano del término.
Unas de las enseñanzas que se encuentran en el cuento sufí es el deseo del padre, en el lecho de muerte, de que sus hijos recuperen la voluntad perdida (acaso cedida). Y en cuanto recuperan la voluntad –la perseverancia, el esfuerzo– recuperan el poder (transforman su vida, progresan ) y a la vez recuperan la ética: “se transformaron en labradores honestos”.


¿No se hace necesario en los tiempos en los que vivimos apelar a la voluntad, recuperar la voluntad como motor transformador y de progreso? ¿No habría que pedir a las autoridades políticas, religiosas, institucionales que nos devuelvan la voluntad que les hemos cedido y decirles claramente que nos hacemos cargo de nuestra voluntad?

Mauro González es socio consultor de Punto de Fuga