Albert Einstein decía “sólo hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica, esa fuerza era la voluntad”. El ser humano alimenta esa voluntad a lo largo de su vida con motivación, con retos e incentivos; la elección entre el premio o el castigo es la disyuntiva que nos acompaña durante toda nuestra vida. El buen comportamiento requerido por un padre a su hijo y el cumplimiento de objetivos demandado a un empleado por su empresa tienen un camino común: el incentivo.

Los resultados globales de la organización dependen, en gran medida, del rendimiento laboral de los individuos y grupos de empresas. En plena recesión, las entidades se enfrentan a su propia crisis financiera, pero también a la de sus
trabajadores, pues la difícil situación económica se traduce también en incertidumbre laboral. En plena efervescencia de este malestar general, el marketing y las estrategias empresariales han de combinarse como reconstituyente que logre la cohesión de los equipos comerciales, estimule las ventas y fidelice clientes. Las empresas persiguen cumplir estos objetivos en un
tiempo record, porque ahora, y más que nunca, el tiempo es oro.


En la carrera por estos fines, el incentivo es la meta y la motivación el camino. Por eso, la gran mayoría de las empresas apuestan por mantener una partida destinada a crear alicientes entre sus empleados. En un momento en el que la tónica dominante es la inestabilidad de las lealtades empresariales , hay que encontrar las estrategias que mantengan un equipo profesional, contento y motivado. Hacer sentir al empleado parte importante del grupo, gratificación por objetivos o feedback entre compañía y trabajador son procedimientos que se traducen en un mejor rendimiento laboral, mejor calidad, más cantidad, menos costes y mayor satisfacción. Se crea así una doble labor de marketing externa e interna: es tan importante captar un cliente como conseguir una buena imagen de marca.


La fecha exacta para realizar incentivos depende de varias variables, y el mejor momento para hacerlos supondrá la consecución de los objetivos. Por ejemplo, con el lanzamiento de productos, se debe tener en cuenta el año natural pero
también el contable, la temporada baja, o alta y los factores externos como la competencia, coincidencia de agendas... La predeterminación en los incentivos es clave para lograr aquello por lo que los organizamos. La empresa es un motor
de reacción, si los engranajes no se coordinan, se rompe la cadena de los propósitos. El equipo es la unión, la unión la fuerza, y la herramienta el incentivo.


Mario de las Muelas es director general de Terra Consultoría e Incentivos