6.250.000. El otro día estaba comiendo en Casa Mingo, junto al Manzanares y la ermita de San Antonio de la Florida. Y esta es la cifra estimada que me salió al calcular el número de pollos que habrían asado en tan venerable establecimiento desde 1888, año de su inauguración.

El reflejo de calcular y poner métricas a todos los fenómenos y situaciones, así como otras manías, pautas y comportamientos, debe estar relacionado con algo que pasa en tu cerebro, o con algún lóbulo o circunvolución desarrollado más o menos que los otros. Sea el frontal, temporal o parietal. O el hemisferio derecho o izquierdo. El cerebro tiene 100.000 millones de neuronas, así a ojo. Es decir 14 veces más que habitantes tiene el planeta. Nos hemos dado cuenta de modo relativamente reciente de la importancia que tiene este órgano y sus complejos mecanismos. Las neurociencias se están desarrollando exponencialmente y están de moda. Decía Feynman, premio Nobel, padre de la física cuántica y aficionado a tocar los bongos, que cualquier rama de la ciencia, al final, se podía explicar desde la física, desde la simplicidad engañosa de las partículas elementales.

Con las neurociencias y el comportamiento humano sucede lo mismo, todo se puede explicar, interpretar y predecir desde ellas. Se está investigando y escribiendo mucho sobre su aplicación a los procesos de decisión y marketing: recientemente se ha publicado el sugerente libro Tu cerebro lo es todo, cuya presentación, liderada por su coautora Mónica Deza, ha tenido lugar hace poco en el Instituto de Empresa, y del que inevitablemente surgen conexiones en este escrito periférico. Por ejemplo, si el gobierno actual fuera una persona, casi seguro que tendría más desarrollado el lóbulo frontal del cerebro (tirando, hay que ver, a la izquierda). O sea, el de la reflexión, la lógica, el razonamiento, el que controla los impulsos. Es justo lo que nos hacía falta después de una etapa de insostenible (y añorada) dictadura de gratificación inmediata y placer. Muchos de los gobernados, sin embargo, continúan teniendo más desarrollado el cerebro límbico y les/nos escuece la ausencia de instantaneidad en la gratificación, particularmente en los escalones más rabiosamente básicos de la pirámide de Maslow.

Volviendo a mi experiencia econogastronómica en Casa Mingo, cuando recogí mi vehículo en el aparcamiento comprobé dos cosas: una, que había varios Porsche Cayenne propiedad de comensales de la venerable sidrería, demostrando que en la situación actual se da con frecuencia una irracional tendencia hacia el ahorro, aunque no se tenga necesidad objetiva del mismo. Y dos, que los guardas/extorsionadores del parking procedentes del este de la UE, a los que no había dado propina, no solo habían respetado la integridad de mi modesto vehículo, sino que lo vigilaban con diligencia, probablemente por estar fabricado en su país.

Ambas situaciones destilan un fuerte componente emocional.
Muchos expertos en el ámbito de las neurociencias señalan que este componente es tan importante como el racional en la toma de decisiones, si no más. Descartes pierde y Spinoza gana. Hay quien dice que las mujeres tienden a pensar en términos emocionales, y los hombres, más en cartesianos. Si esa teoría fuera cierta, algunas campañas de comunicación que renuncian estratégicamente al aspecto racional y que emocionan menos que una carrera de balandros, deben haber sido creadas por hombres.

Combinación
En la presentación del libro me encontré con Pepe Martínez, gentleman sabio de la investigación de mercados, coautor del libro, quien ponderando el equilibrio, afirma tras analizar más de 350 casos de comunicación que es más eficaz utilizar una combinación de estrategia racional y emocional.

Por ello, y volviendo a la predominancia del lóbulo frontal del gobierno, necesitamos con urgencia que además de contarnos la verdad, nos emocionen y nos dibujen una visión, un sueño, activen nuestro orgullo y nuestra esperanza. Que nos recuerden lo buenos, aunque endeudados, que son nuestros equipos de fútbol. Algo de risoterapia. Que nos den un electroshock en el cerebro límbico, para salir de la atonía y transmitir que, como le escuché el otro día a Miriam Fernández, diagnosticada de parálisis cerebral nada más nacer, cantante, ponente extraordinaria sobre el espíritu de superación y tozuda caminante con andador: “la vida no es esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia”.


No sé si se podría analizar desde el punto de vista de las neurociencias la decisión de convocatoria de huelga del 29 de marzo. Las huelgas generales se han convertido en un evento excluyente porque solo pueden recurrir a ellas los trabajadores por cuenta ajena. Los parados añoran poder hacer huelga porque eso significaría que están trabajando. Los jubilados tal vez puedan ejercer un sucedáneo de ese derecho negándose a hacer de abuelos canguro. Y a los autónomos, de los que cada vez hay más por cierto, mira las empleadas de hogar, les hablas de huelga y les da la risa floja.

A lo mejor una solución para superar los desajustes entre los lóbulos cerebrales y equilibrar lo emocional y lo racional, el pensamiento y la acción sería emplear internet como un apéndice cerebral, una prótesis que expanda hasta el infinito y mas allá nuestras redes neuronales orgánicas. Porque lo que no está en la web, no existe. Y todo lo que puedas imaginar y más, está en la web.

Hasta, por ejemplo, la última campaña de Loewe, un viral provocador y polémico. El presidente de una agencia me dijo una vez que en España no somos buenos gestionando la creación y comunicación del lujo. Tal vez sea cierto. O tal vez sea el momento de reinventarlo en su vertiente cara y cool, o incluso cheap and chic. Fantástica excusa para pasarse por la última ¿tienda? de Zara en la Quinta Avenida a echar un ojo.

Ermitaños
La gente que amplía con la web sus miles de millones de neuronas y expande sus lóbulos cerebrales hasta el infinito, son los nuevos ermitaños que reemplazan el cilicio por el ordenador conectado y la cueva por la habitación doméstica. ¿Es posible que sin salir de ella tengan una visión del universo infinitamente más extensa que si lo hicieran? Habría que confirmar la hipótesis de que no están perdidos en su habitación, supongo que preguntándole vía Facebook a Kazuhito Asai, el hikikomori al que Lola sacó del anonimato agorafóbico de su casa de Yokohama. O tal vez hacer una encuesta on line entre los 50.000 japoneses que se supone siguen esa vida contemplativa. Compatriotas de esos otros que han sido capaces en un año de mantener el PIB estable y a su país funcionando, y que te emocionan cuando los ves en la web en imágenes del aniversario, desafiando a sus propias ruinas, llorando hacia dentro y sobreponiéndose al apocalipsis secuencial del terremoto, el tsunami y la catástrofe nuclear. Haciendo ordenadas colas en supermercados arrasados, encendiendo farolillos en memoria de sus muertos o arrojando flores al océano. Definitivamente hay que mandar un ejemplar dedicado de Tu cerebro lo es todo a los convocantes de la huelga y otro a don Mariano.

www.pedroagarcia.wordpress.com