Desde siempre la felicidad ha sido una aspiración del ser humano y un tema sobre el que la filósofía y religión, literatura y cine, psicología y neurociencia, charlatanes y aprovechados han trabajado y siguen trabajando con profusión e intensidad. Y lo siguen haciendo porque son conscientes que la felicidad es algo que atañe a lo más profundo de la persona.
En los tiempos convulsos y de crisis que vivimos, estamos asistiendo a la publicación de trabajos, manuales, recetarios, fórmulas, ensayos, congresos… relacionados con el tema de la felicidad. Parece que el tema es un filón de ventas ante el desconcierto general, ante el tedio, la angustia y ante las dudas sobre la propia finalidad de la existencia.
En estas líneas pretendo hacer unas reflexiones sobre algunos mitos, consideraciones, posiciones y puntos de partida de la felicidad, que , desde mi punto de vista, requieren una revisión o cuestionamiento.
1. Ultimamente ha habido grandes avances en la comprensión de los procesos mentales, de la comprensión de las emociones y sentimientos gracias al desarrollo de la neurociencia. Y se ha demostrado la gran importancia que tienen las emociones y los sentimientos (su aceptación y cultivo ) en el desarrollo armónico y en el bienestar de la persona. En el pasado, las emociones eran consideradas una debilidad más que una fortaleza, de ahí que apenas nos ocupáramos de ellas. En la actualidad, por el contrario, las emociones y los sentimientos tienen una consideración de primer orden en el desarrollo de la persona y como “condimento” fundamental para la consecución de la felicidad.
Tengo la sensación que el concepto de felicidad que se está manejando últimamente tiene excesiva dependencia de lo emocional y se están olvidando o minimizando otros componentes. A partir de que Goleman introdujera el concepto “Inteligencia emocional”, se aplicó este mismo concepto a la felicidad, con lo que lo emocional se puso de moda y supuso una cierta tiranía (llamese sobrevaloración ) de las emociones en la forma en que se concibe una sociedad y en cómo se da cuenta de los fenómenos que ocurren.
Hay síntomas de que las emociones están pasando de moda ( no sobre la importancia sino sobre el grado de importancia que se les otorga ) en la concepción de la felicidad: el reciente premio Principe de Asturias Howard Gardner, al categorizar y poner nombre a las cinco mentes para el futuro – mente disciplinada, mente sintetizadora, mente creativa, mente respetuosa, mente ética – no ha optado por la mente emociona, aunque él mismo reconoce que estuvo manejando la posibilidad de incluirla.
¿No habremos llenado la felicidad de tanto contenido emocional que ha eclipsado el resto de los aspectos? ¿No tendremos que recuperar la inteligencia (reflexión, curiosidad, comprensión, síntesis) y la voluntad ( trabajo, esfuerzo, intensidad ) como componente importante de la felicidad, puesto que lo emocional no da cuenta, ni propone soluciones para los tiempos en los que vivimos?
2. El concepto de felicidad sigue estando ligado a una experiencia un tanto individual: es como si cada uno tuviese su propia fórmula, su propia receta, su propia vía para alcanzar la felicidad.
A nivel conceptual se han hecho esfuerzos importantes para identificar los elementos, variables, actitudes, conductas… que están a la base de la idea de felicidad. En este sentido se ha trascendido lo particular, lo individual para situarnos en el plano de lo común o de lo generalizable.
Si bien a nivel conceptual se ha trascendido lo particular para situarnos en lo común, en lo general, en lo social… a nivel de la práctica cotidiana todavía persiste la idea de felicidad como logro/experiencia individual: mientras no hagamos depender nuestra felicidad de la felicidad de los demás, algo estará fallando y difícilmente vamos a superar la situación social en la que nos encontramos.
Con frecuencia identificamos felicidad con “autorealización” : ( auto: palabra de origen griego que significa”por sí mismo”). Esto ha contribuído a crear esta cultura individualista, personal y nos hemos olvidado del componente social y solidario de la felicidad: sin la felicidad de los demás es imposible alcanzar la felicidad ( y por supuesto, superar la crisis económica, social, de valores que nos atrapa ).
3. Ausencia de modelos. Si preguntamos a la gente que modelos sociales tienen para identificar a gente feliz, en primer lugar tienen grandes dificultades para concretar estos modelos y en segundo lugar suele producirse una polarización importante, con referentes que se sitúan en los extremos : monje de clausura, un heredero de una familia adinerada, un científico apasionado de su actividad. Modelos todos ellos de difícil imitación y sin la potencia necesaria para que sirvan de identificación. Tenemos modelos al alcance de todos de gente de éxito, de gente fracasada, de esforzados y voluntariosos; modelos de masculinidad y feminidad; modelos de belleza y de juventud. En cambio no tenemos modelos de gente feliz, modelos de felicidad que nos puedan servir de referencia e imitación.
4. Felicidad: constructo ligado al conformismo. Quizás esta idea de felicidad ligada a un cierto conformismo devenga del imaginario que se desprende del relato bíblico del paraíso : Adan y Eva como dos seres que habitan el paraíso, pero a su vez dos seres amorfos, sin personalidad, sin autonomía, sin nada por lo que arriesgarse, esforzarse, trabajar o tener curiosidad.
Cuando Adán y Eva se rebelan, se les expulsa del paraíso , es decir del lugar de la felicidad ; del país paradisíaco para hacerles vivir en cualquier país europeo actual.
Parecería que rebelión, autonomía, creatividad, personalidad, independencia, son valores que genéticamente en el imaginario colectivo, están contra la idea de felicidad.
¿Y no será que muchos gobiernos en el uso que hacen de la felicidad y los índices de felicidad ,( y por extensión a los conceptos de biestar y sociedad del biestar ) no estarán manejando, consciente o inconscientemente, la idea perversa de que la felicidad es conformismo/pacifismo/no rebelión? ¿No creeis que detrás del concepto de sociedad del bienestar( léase también felicidad ) hay una invitación a la obediencia, a la aceptación incondicional, al acatamiento de los dictados políticos… siguiendo el imaginario que se esconde tras la idea originaria del paraíso?. A propósito, los gobiernos que elaboran estos índices de felicidad, lo hacen en el tiempo que les sobra después de completar otros índices “ más rentables” ( índice de riqueza, desarrollo humano, P.I.B, prima de riesgo… etc )
El empeño de los dirigentes políticos por conseguir un país bien situado en el ranking de los países más felices y por conseguir un país con altos índices de bienestar…¿ no es una estrategia para tapar la realidad, la frustraccion, la pobreza, la violencia, la inseguridad, el malestar social, en suma? ¿ No es la aspiración a la felicidad un mecanismo de represión para vendernos una sociedad que podamos comprar : sin grandes traumas, bondadosa, estéticamente aceptable, limpia y soportable?
5. Felicidad: la motivación de la sociedad consumista. Desde mi punto de vista se ha hecho una conexión perversa, reduccionista, simplista y mágica de la felicidad y el consumo. Grosso modo el mensaje que se ha construido es el siguiente : “ vas a conseguir la felicidad, consumiendo/ comprando este producto o esta marca”. Esta declinación deviene de un supuesto más universal, patrocinado por la sociedad de consumo : el consumo te va a dar la felicidad ( a través de promesas de eterna juventud, belleza, salud, inmortalidad… ).
¿Por qué ciertos organismos de control de la publicidad (Autocontrol, Ministerios varios : consumo, igualdad etc. ) tienen tanto celo en demostrar que ciertos mensajes son sexistas o los efectos de tal producto no están demostrados científicamente y no se meten contra esta simplificación/engaño del consumo y la felicidad?
No está demostrado que tomarse una caña o un refresco, comprarse tal marca de camisetas, ir de vacaciones a tal o cual país esté conectado con la felicidad, pese a que pequeñas cosas como las citadas nos hagan un poco más felices.
Por el contrario, mucha gente manifiesta que las promesas de felicidad a través del consumo, más bien han generado obesidad, hastío, depresión o simplemente falta de efectos.
La felicidad es un tema demasiado serio, demasiado complejo para que se juegue con él, se manipule o se simplifique su consecución.
6. La simplificación o el argumento de las cosas pequeñas y cotidianas. Hemos pasado de entender la felicidad como un concepto demasiado trascendente y poco menos que inalcanzable a definir la felicidad como una suma de pequeñas acciones, cotidianas y al alcance de la mano. Este intento de substanciar la felicidad en conductas cotidianas ( “ tomarse unos vinos con los amigos” “estar al lado de la persona que quieres y te quiere” “ un paseo tranquilo por la alameda” “contemplar una puesta de sol …”) conlleva el riesgo de la banalización de la felicidad y cierto olvido de la parte trascendente (trascender al propio individuo y trascender el aquí y el ahora).
Comparto la idea de que la felicidad alcanzable se basa en ideas, conductas, comportamientos cotidianos. Pero esto no es suficiente, si todas estas conductas no se integraran en una concepción más amplia de la vida que les dé sentido. Pienso que se está haciendo demasiado hincapié en el aquí y ahora y se olvida la cuestión universal del “… y a dónde vamos “. Este planteamiento de la felicidad centrada en las pequeñas cosas cotidianas, para hacerla alcanzable, conlleva una idea demasiado simplista y mecánica de la felicidad y se pierde el atractivo de la superación, del reto, de la ilusión, de lo inalcanzable… que mueve a la humanidad y a la persona.
7. Felicidad : homeostasis y hedonismo. Explicar la felicidad desde la homeostasis psicológica, es decir, la búsqueda constante de equilibrio entre necesidades y su satisfacción, me lleva a la idea paradisíaca que llevaban Adán y Eva: no tenían deseos, sus necesidades estaban cubiertas, ni sufrían si anhelaban. Estaban plenamente equilibrados, es decir zombies.
El equilibrio está lejos de lo que es la vida real, de lo que nos ocurre cada día, de lo que experimentamos en cada momento. Quizás sea una buen metáfora para explicar ciertos procesos fisiológicos e incluso psicológicos pero no dice nada de lo que es vivir. Vivir es pasión, alegría, esfuerzo, sufrimiento, caerse y levantarse, gozar, gritar, apenarse, llorar, abrazar, sentir, cabrearse, explotar, amar… ¿esto es equilibrio? Más bien es un desequilibrio que nos impulsa hacia adelante.
Me gustaría recuperar aquí un matiz que desde mi punto de vista es sustancial, entre el concepto de felicidad oriental y el concepto de felicidad occidental. Más allá del atractivo de lo exótico (meditación, estética, pensamiento zen… ) la felicidad oriental sería el resultado del entrenamiento mental para suprimir el desequilibrio que genera el deseo (de este proceso recupero dos valores importantes: el esfuerzo y el compartir con los demás – simpatía-
El concepto de felicidad occidental se basa en el seguimiento del deseo, pese a la culpa que genera (para eso está el perdón) y tiene más que ver con la alegría, no tanto con la simpatía. La alegría de la que hablan Spinoza y Deleuze. La alegría que lleva y se confunde con la felicidad y que es más manejable y accesible.
Hedonismo: los tiempos del hedonismo han pasado (me refiero al hedonismo como valor social vigente). El disfrute, el placer, fundamentales para la vida, no pueden conectarse directamente con la felicidad; pertenecen a esferas distintas (uno es medio y otro es fin).
Nuestra sociedad ha confundido ambos términos y en vez de decir “sé feliz” (con todas sus implicaciones) ha predicado el “goza, disfruta” (mucho más fácil, inmediato y atractivo).
Afortunadamente el hecho de que no se crea en nada, también está afectando a esta promesa, de ahí la decadencia de este tipo de hedonismo. La felicidad no es sinónimo de hedonismo ni de vida placentera. Esto nos impediría ser felices en los momentos de crisis, pobreza y rebaja del bienestar en los que vivimos.
Incluso en estos momentos, se puede ser feliz.
Mauro González Hernando