Hace más de un año que se produjo la crisis del programa La noria, de Telecinco, ocasionada por un bloguero llamado Pablo Herreros. Herreros, indignado por el hecho de que se hubiera pagado a la madre de un convicto de asesinato por participar en el programa, inició un movimiento en redes sociales para pedir a los anunciantes que retiraran la publicidad del espacio. La crisis le ocasionó un serio varapalo a la cadena, ya que muchos anunciantes fueron incapaces de aguantar una injusta presión y al final La noria dejó de girar.
No se sabe muy bien por qué pero, un año después, el asunto reapareció al saberse que Mediaset había denunciado por la vía penal al bloguero y el juez admitido la querella. No era difícil imaginar que se iba a organizar un nuevo jaleo en redes sociales. Esta vez la petición de retirada de la publicidad se dirigió contra toda la cadena y estuvo orquestada por un veterano periodista digital, Mario Tascón, bajo el paraguas de una de las más conocidas páginas de movilización ciudadana y recogida de firmas. El proceso ha sido en esta ocasión más breve y, en pocos días, ambas partes han firmado la paz. De un lado, Pablo Herreros ha reconocido que los anunciantes no son responsables de los contenidos y, de otro, Mediaset ha retirado la demanda. Visto el tema con cierta perspectiva, parece que la solución ha sido adecuada. Por un lado, y siguiendo la posición de la Asociación Española de Anunciantes, se manda a la ciudadanía a través del propio Herreros la idea más importante: que los anunciantes no pueden ni deben inmiscuirse en las líneas editoriales o de programación de los medios, de las que no son culpables para bien o para mal.
Por otro, se lanza un mensaje a navegantes en el sentido de que amenazar con un boicot, cosa que el bloguero había llegado a hacer imprudentemente, no es legal en nuestro ordenamiento y puede traer graves consecuencias. Hay sentencias anteriores a las redes sociales que condenaron a clientes cabreados por promover activamente el desprestigio de algunas marcas. Desde el lado de los medios, queda también claro que el poder de las redes sociales no es sólo materia de seminarios de marketing y que seguramente Telecinco podría haber solucionado la primera crisis de una forma más inteligente, quizás hablando con el bloguero, como ha ocurrido ahora.
Pero también hay un punto insatisfactorio. Habría sido bueno que no sólo Pablo Herreros, sino Mario Tascón y Change.Org, además de colgarse medallas, reconocieran ellos también que la conclusión de todo esto es que los próximos movimientos contra un medio de comunicación deberían hacerse criticando y extendiendo esa crítica, si lo desean, e incluso pidiendo a los ciudadanos que no los sigan, pero no pidiendo a las empresas que no se anuncien en ellos. Eso sería entender cómo funciona este asunto.