El loable intento de sentar a un publicitario a la mesa de la Real Academia Española es una feliz iniciativa que merece el apoyo y el impulso de todos los que amamos tanto la palabra como la publicidad. Es algo que ennoblecería a la profesión, que falta nos hace, y que nos situaría a las puertas de eso que los que hacen cine, teatro o música llaman Cultura, donde por supuesto no tienen pensado dejarnos entrar, aunque nosotros también hagamos cine, música y, por qué no decirlo, un poco de teatro. Pisar la Real Academia de la Lengua nos ayudaría a lograr esa buena imagen que recomendamos a nuestros clientes y que somos incapaces de granjearnos para nosotros mismos, para nuestra profesión.

La carta abierta de Julián Bravo al actual director de la Real Academia, en la que formula la petición de audiencia y adelanta el objeto del encuentro, contiene una sugerencia que me congratula especialmente y es la de que el candidato proceda del ámbito redaccional creativo. Bravo, Julián.


Nada más lógico: tiene que ser un profesional de los que crean y creen en la fuerza de la palabra, con capacidad para “modificar el significado de una palabra o poner de moda una figura retórica”, como dice David Torrejón en su columna, o acuñar una breve frase o expresión que se cuele de rondón en el lenguaje coloquial, al servicio de una idea o una marca, que para eso estamos.


En otro párrafo de la misma carta, Julián precisa que “el redactor es uno de los puestos fundamentales en todas las agencias de publicidad”, lo que viene a reivindicar la figura del copy, tan devaluada últimamente por fusión y confusión con otras tareas creativas con menos amor al arte… de escribir.


El camino


El proyecto promovido por nuestra Academia de Publicidad me parece tan ilusionante como difícil de alcanzar, pero como siempre lo más importante es el camino. Si la meta está lejana, lo que hace falta es que en el trayecto se suscite el diálogo y el contraste, que sepan en las altas instituciones que existimos y que todo esto contribuya a frenar la creciente degradación del lenguaje publicitario, debida a la irrupción de tanto espontáneo que se lanza sin más a la arena creativa por cualquier medio.
Podemos o no acceder a la Academia, pero, mientras, debemos propiciar que los que escriben publicidad vayan al colegio.

Ricardo Pérez es presidente de Ricardo Pérez Asociados