Estados Unidos y la Unión Europea han lanzado un gran reto: crear una gran zona comercial que facilite el comercio entre estas dos grandes áreas, que suponen la mitad del comercio mundial.

¿Es que existían barreras arancelarias entre ambos bloques? Teóricamente hay un trato recíproco pero, de hecho, detrás de cada frontera se esconden trampas y dificultades que tienden al proteccionismo. Ahora se trata de hacer que todas esas trabas desaparezcan y se agilice el intercambio de bienes y servicios. Es obvio que el interés de los dos bloques en que ese objetivo se logre es alto, habida cuenta de la fuerza que están tomando los países emergentes en otras zonas geográficas. Una mayor eficiencia en ese intercambio generará automáticamente una mejora en la competitividad, tan necesaria hoy. En los productos en átomos siempre habrá un océano que cruzar, pero para los servicios que se mueven en bits, como la mayor parte de la publicidad, moverse sin trabas en un mercado de 800 millones de habitantes supone un cambio estratégico importante.

En cualquier caso, no es tarea baladí y llevará años. Ya hemos comentado aquí cómo en materias importantes para nuestra actividad, como es la legislación sobre privacidad en la red, ambos bloques han caminado por sendas divergentes. Y como ese ejemplo hay otros muchos, de la comercialización de especies modificadas genéticamente a las formas de sacrificio en mataderos, que, por cierto, fueron motivo de que suspendieran las anteriores conversaciones en 2007.

Es una prueba de las dificultades y de la ingente tarea que espera a diplomáticos, políticos y técnicos, y no sólo a escala supranacional, sino nacional. Pero también será una buena oportunidad para que justifiquen sus elevados salarios. Muchas de las barreras artificiales tendrán que removerse por encima de leyes aprobadas por los parlamentos nacionales y hasta regionales. De hecho, parece que uno de los puntos del programa del PP que sí se cumplirá será la ley que terminará con las barreras interiores que, a lo largo de tres décadas, se han ido creando en el marco del llamado Estado de las Autonomías y que tantos dolores de cabeza y gastos inútiles han creado y crean en materia de publicidad (leyes de Comercio, autorizaciones administrativas, legislaciones en promociones, consejos audiovisuales, etcétera).

Seguro que muchos no se van a sentir cómodos, pero resulta evidente que el signo de los tiempos camina hacia la globalización. Y en él, nuestro país debería saber jugar su papel de bisagra entre Occidente y la América Latina. En estos momentos, las empresas ya lo están haciendo, con los riesgos que eso implica aún, pero en un momento dado tendrá que haber un impulso decidido del lado político en las áreas de su competencia, como la cultural.

De no ser así, viviremos la paradoja de que las relaciones de ese nuevo macrobloque económico con América Latina serán lideradas por un país, Estados Unidos, que ya es el segundo con más hispanohablantes por detrás de México.