Las estrellas se apagan de diversas formas, dicen los astrónomos. Una de ellas es un lento declinar de su brillo que finaliza con el astro convertido en un espectral trozo de materia helada.
A nuestro Sol le hace falta un empujón de energía para evitar que ése sea su final. La edición de la que damos cuenta en este número ha tenido aspectos positivos y negativos y un problema de fondo importante. Entre los positivos, que no hemos tenido escándalos en el palmarés. Suponemos que el mérito es tanto de las medidas aplicadas por la organización como de las propias agencias al autorregular su participación o incluso de una labor profiláctica del jurado. De hecho, sabemos que una campaña que fue reciente gran premio en el FIAP, aquí no contó por ser demasiado parecida a otra anterior. En cuanto a la escasa generosidad del palmarés, no puede juzgarse ni negativa ni positivamente en sí, si no a la vista de la participación. Pero hacer ese juicio supera con mucho la intención de estas líneas.
También puede afirmarse que la asistencia a las charlas y conferencias fue mayor que el año pasado, si bien el apoyo por parte de la Universidad del País Vasco tuvo bastante que ver en esto. Y, finalmente, la gala mejoró mucho en dos sentidos: la duración (a lo que colaboró lo corto del palmarés y la aplicación de medidas de sentido común, como no repetir íntegras las piezas premiadas más de una vez) y el marco de celebración. El Euskalduna fue un salto cualitativo importante sobre el pabellón deportivo de las afueras de hace un año.
Desgraciadamente, los aspectos negativos han pesado más en el balance y son los que se ciernen peligrosamente sobre el futuro del festival. Es dudoso que éste pueda mantenerse financieramente con la asistencia y las inscripciones que se han dado este año. Es posible que esté entrando en una espiral descendente que habría que intentar romper como fuera. Las razones de este descenso en la capacidad de atracción del evento pueden ser variadas y la primera tarea de la nueva organización debería ser investigar cuáles han pesado más: la crisis económica de las agencias, la nueva sede (por lo demás impecable), pérdida de prestigio como consecuencia de errores pasados en el palmarés que no se quisieron enmendar, desincentivo para las agencias españolas por el carácter latino, o el propio formato del evento.
Este último, sugerimos si sirve de algo, podría ser sometido también a una profunda revisión y un proceso de benchmarking. Básicamente no se ha modificado en los últimos diez años (salvo por la incorporación de casos y categorías) pero la profesión se ha dado la vuelta en este tiempo. Son pocas las piezas que un creativo, por ejemplo, desconoce antes de ver en el festival. Tener salas vacías dedicadas a la exposición de listas largas también parece un sinsentido. Hay un sinfín de posibilidades para explorar.
Sabemos que la AEACP se puso manos a la obra antes incluso de terminar el festival. Es una buena señal, pues el primer paso para solucionar un problema es reconocerlo y evaluarlo. Esperemos que acierten en su tarea pues El Sol es un patrimonio de toda la profesión y merece por tanto el apoyo de todos para su resurgir.