Todo el mundo reclama, protesta, se manifiesta, reivindica, llora.

Todos los colectivos, sectores, gremios, parroquias, grupos, familias, cofradías, peñas, Peñones, asociaciones, comunidades autonómicas o de vecinos, gimen y gritan, levantan la voz, claman al cielo o al infierno. Todos menos la publicidad. La publicidad no llora.


Hace unas semanas oí y vi en los estudios de la Cope --el programa lo televisaba una TDT-- a nuestro Luis Bassat, que tan bien nos representa siempre, entrevistado por Ernesto Sáenz de Buruaga, que le preguntaba con simpatía y candor si la publicidad notaba la crisis. Era evidente que, por la forma y manera de plantear la cuestión, suponía que no, que la publicidad es inmune a esos avatares tan vulgares.


Naturalmente, Luis contestó como es debido y dejó claro que la publicidad sufre la crisis como el que más. Primera noticia para el conductor del programa.


La publicidad no llora. Oficialmente no ha dicho ni mu, de puertas afuera no hay constancia. Más allá de nuestra afligida profesión, nadie sabe lo que se cuece y no enriquece en nuestras cocinas, se desconoce lo mal que lo estamos pasando agencias de uno y otro signo, productoras y demás agentes y gentes del sector.


Si los medios lloran porque les bajan los ingresos publicitarios, ¿qué no tendríamos que sollozar nosotros que lo sufrimos en primera instancia? ¿O es que nos consideran culpables y no víctimas y creen que los recortes son cosa nuestra?
La prensa clama y proclama que se le juntan dos arduos problemas que tienen muy difícil solución, la brutal caída de la inversión en publicidad y la revolución tecnológica que pone en cuestión el papel, nunca mejor dicho, de la prensa.

Justo lo mismo que nos pasa a nosotros.


Pero nosotros no hemos dicho ni pío. La publicidad no llora.


Ninguna de nuestras siglas ha dado la voz de alarma, ha planteado una queja formal.


AEA, AEACP, FENEP, AGEP, AAM, AMPE, A de E, A de la P,H de la P, C de C y etcétera, etcétera. Nadie dice esta boca y esta sigla es mía, en contraste con todas las asociaciones sectoriales que lloran, berrean, patalean y se hacen las víctimas, para conseguir algo, al menos solidaridad y comprensión, que falta nos hace. Hasta los que van bien, como el turismo, se apresuran a decir que no es sol todo lo que reluce.


Golpe bajo


La publicidad no llora por nada. Nos tragamos la supresión de la publicidad en TVE, que es un golpe bajo a la industria, y solo protestó la AEA, con cierto éxito. La única queja en serio, continuada y constante, de las asociaciones de agencias es por las cláusulas de los concursos de la Administración, que ésta ha resuelto de la manera más drástica: suprimiendo los concursos.

Los pocos que quedan reciclan campañas anteriores sin pagar un euro a los autores –eso que está tan mal visto cuando se trata de otros creadores-- y solicitan con toda la cara planes de medios con el 0% de comisión. O bajo cero, que es una manera como otra cualquiera de congelar la industria. En este caso sí ha habido queja colectiva y algo se ha conseguido.
Las cuentas ministeriales, desaparecidas, las de multinacionales, nacionales y locales en caída libre y las condiciones de agencia reducidas hasta límites insostenibles. Así andamos.

La pub las pasa pu y no se hace público.

La publicidad no llora. Menudos somos nosotros. Si de por sí tenemos una imagen cada vez más negativa, si se nos culpa de tantas cosas, no nos beneficia nada aparecer como unos privilegiados que no sienten ni padecen… las crisis. Da pavor pensar en qué lugar apareceríamos si los estudios periódicos de Metroscopia incluyeran entre sus ítems el de publicitarios. Los políticos respirarían aliviados, porque ya habría alguien con peor calificación que ellos.


Pero todos callados, muy dignos, como si no pasara nada. ¿Cómo lo va a pasar mal una profesión tan glamurosa como la gente se imagina que es la publicidad?


La serie Mad men es lo que faltaba para remachar la imagen de malicia y molicie de la profesión. Hay que partir de la base de que la serie es espléndida y por eso más creíble, su excelente imagen distorsiona la de los “publicistas”, como dicen los ajenos a la profesión y repiten en el doblaje de la serie como loros.


Acostarse


Se nos presenta a un director creativo, Don Draper, que tiene el don de crear sin trabajar, sin manchar ni romper papeles, nunca tiene ninguno sobre su mesa, y con todo el tiempo del mundo para acostarse con medio Nueva York, el femenino, of course. Ese sí que es el rey de las camas y no Lorenzo Lamas ni mi antiguo cliente del textil.


Se me dirá que eso era en los míticos Sesenta y en la locura de la Mad… ison Avenue, --brillante el doble sentido del título--, pero creo que ni siquiera allí y entonces sería todo así, digo yo. No me imagino a nuestro dios Bill Bernbach –como el de otros es Billy Wilder-- llevando esa vida y esa bebida. No habría tenido tiempo ni la cabeza tan lúcida para crear sus mejores campañas de Avis y Volkswagen, que tanto nos han enseñado a todos . Y eso ocurría en esa época dorada de los Sesenta.
Así se nos presenta y parece que nos lo hubiéramos creído. Nadie cuenta lo que pasa o, mejor, lo que no pasa. Y la sociedad cree que esto es Jauja y que todo el monte es orgasmo, como en la dichosa serie.


La publicidad no llora. Ni siquiera en los medios del sector. Las agencias mandamos solo noticias positivas. Informamos de las entradas, nunca de las salidas. De cuentas y personal. Llama la atención y es de agradecer la sinceridad de Grupo Nostrum, que ha informado con detalle de su crisis particular, que es bastante general. Nadie más ha confesado sus cuitas.
La publicidad no llora. Y somos los únicos.


Los artistas no cejan. La cultura, en la que no se nos incluye ni de coña, denuncia hasta la náusea todo lo que le va mal y sobre todo lo que le IVA. Con razón. Tarde o temprano algo conseguirán. Mientras, nosotros vamos de sobraos y así nos luce el pelo.
Nadie sabe –mejor-- que en agencias muy señeras a los becarios no se les paga nada y que hay una que se propone cobrar a los aspirantes por permitirles sentar sus posaderas junto a los que ya tienen el suyo pelado en la ardua tarea de aunar creatividad y gestión, y lo mejor de todo es que los chicos y sobre todo chicas –la profesión se está feminizando, no hay mal que por bien no venga-- que paguen harán una gran inversión, porque la publicidad se aprende trabajando, y si la agencia es buena, como es el caso, mucho mejor. En todo caso, la situación es lamentable y no nos lamentamos nada.


La publicidad no llora. Y el que no llora…


Ricardo Pérez  es presidente de Ricardo Pérez Asociados