Como diferencióloga, sé que las marcas personales que triunfan son las que encuentran un hueco en la mente de los otros gracias a sorprender su inteligencia con algo que las hace distintas. Ese es el caso de Michael Kimmel, un tipo que está consiguiendo lo que ninguna mujer hubiera podido conseguir nunca: implicar a los hombres en el concepto igualdad de género.

Cuenta Kimmel que el pasado siglo, mientras daba clases en su universidad, un grupo de alumnos le preguntó por qué con tanta literatura feminista en auge, no había aún ningún curso universitario que versara sobre esa materia. Él les sugirió crear un grupo de estudio y eso hicieron. Un día, cuando salieron las nueve mujeres del grupo y él a debatir cenando, dos de las mujeres empezaron a enzarzarse en una conversación sobre la fraternidad femenina y la equidad entre la forma de ver el mundo de todas las señoras. Una de ellas era negra, y discrepó de su congénere preguntándole qué veía cada mañana al levantarse y mirarse al espejo. La blanca contestó que a una mujer, mientras que su interlocutora respondió que ella veía a una mujer negra. Este hecho, que tenía repercusiones sociales, puso en evidencia que lo que la blanca no había visto era su privilegio, un detalle que llevó al joven Michael a darse cuenta de que él, como tantos otros hombres, no había sido capaz de ver el privilegio de nacer varón, ya que para quienes los disfrutan los privilegios son invisibles.

En este significativo hallazgo ha basado Kimmel gran parte de su trayectoria profesional, convirtiéndose en reclutador de hombres para la causa de la igualdad de género. En sus conferencias, este chico listo hace referencia a que cuando los caballeros ven a un orador hablando de igualdad piensan “por fi n una opinión objetiva”, porque indefectiblemente parece que un género excluye al otro. ¿Alguno de vosotros cuando se mira al espejo ve a una persona? El congreso Ellas Suman del pasado abril demostró que aún hay mucho que aprender sobre bilingüismo de género y también que ellos no se incluyen en la tercera persona del femenino plural. Escribo vosotros porque, aunque os lo prohíba, sé que alguno pica el cebo y lee mi columna. El feminismo no ha hecho otra cosa que liberar a los chicos.

Pese a que la historia ha otorgado privilegios a los hombres heterosexuales blancos, sanos, fuertes, cultos y ricos, en nuestro campo sabemos que esa forma de contar el pasado es propaganda y que hoy ser buen padre, compartir tareas y ejercer libremente tu orientación sexual tiene recompensas. Kimmel juega en su campo. Conoce a los hombres como hombre, lo que le autoriza a hablar de masculinidad en primera persona. Por eso le dedico este artículo, porque la masculinidad mola. ¿Eres tú el Kimmel español? Si es así: ¡habla!. Da un paso al frente. Te forrarás como ponentereclutador pionero en lengua española. ¡Casi nada!

Chicas, no estamos solas, estamos con ellos. Las personas somos ellas, femenino plural. Inclusivo.

Las mujeres no son una amenaza para los hombres ni viceversa. Juntos sumamos y nos complementamos. A menudo, el lenguaje y las ideas preconcebidas son barreras que hay que salvar. Kimmel juega con ello: “Un coche en el que viajan un padre y un hijo sufre un terrible accidente, el padre muere el acto y el chico queda gravemente herido. Ya en el hospital, el cirujano que ha de atender al muchacho, le dice a su enfermera. No puedo atenderlo. Es mi hijo”. Hoy todo es posible. Somos publicitarios, marketeros, creativos... En nuestra tarea diaria seducimos con la realidad soñada, que no es solo verlas a ellas lavando el coche y a ellos dando biberones. O quizás sí... Según Michael, la recompensa es, entre otras cosas, más sexo. No está tan mal.

 

@diferenciologa