Ahora que están tan de moda la Neurociencia, el Neuromarketing, la Neurocreatividad y el Neuro-lo- quesea, conviene ir a visitar la exposición de Kandinsky al Neuro-ayuntamiento de la capital del reino. Vasili, en lugar de ser un brillante abogado con cátedra propia, eligió ser artista hasta contribuir a inventar el arte moderno, esa pintura abstracta a la que incorporó fi guras geométricas como esas tramas en las que se inspiró Mondrian o esos bichos amorfos que parece haber encontrado en nuestro Juan Miró. Kandinsky aporta un arte decorativo, innovador, casi funcional, pensado para quedar bien con todo, ya sea sobre un chester o sobre una camiseta pero, sobre todo, para estimular nuestra imaginación. Un arte que reclama esfuerzo, que no cansa, que suena o que huele, sobre todo a dinero. Pero que todos sabemos que podemos imitar. Un arte inteligente. Que necesita conocimiento además de explicación para averiguar si representa o si estimula. Si enciende o apaga nuestro cerebro.

 

Kandinsky, el maestro de la Bauhaus de Walter Gropius que no fue admitido en la Escuela de Arte de Munich, nos ha dejado dos grandes ensayos donde explica cómo forma, color y sonido se pueden traducir en emociones (Tratado de loespiritual en el arte y Punto y línea sobre el plano). Él ha dado a la ciencia grandes ejemplos de cómo un paciente de sinestesia (eso de atribuir a un sentido una sensación que no le corresponde -como amarillo chillón-) puede hablar con elocuencia y autoridad de Neurociencia aún después de muerto.

 

Su obra Cielo azul es una explosión de vitalidad, una historia interminable que cumple con aquello de que una imagen vale más que mil palabras, ya que sus cuadros van mucho más allá de cualquier historia. Sencillamente sus pinturas son un detonador de miles de ellas. Creía que su arte de vanguardia -entendido solo por unos pocos- sería un día de conocimiento común. Quiero pensar que ese día ha llegado y se llama Neuro...

 

Murió en 1944 a los 77 años en una Francia libre y acogedora mostrándose mucho más feliz en sus últimas obras que en las primeras. Dicen que los principios son felices, los finales tristes y que lo mejor está en el medio. Esto me lleva a hablaros de una de mis profesionales favoritas, Nancy Meyers, una de las reinas de la comedia romántica. A sus casi 66 años esta guionista, productora y directora (Cuandomenos te lo esperas, No es tan fácil , En qué piensan lasmujeres, _ e Holliday, Baby Boom, Tu a Londres y yo aCalifornia, etcétera) se ha especializado en hacer películas que plantean el día a día de las mujeres trabajadoras. Tú y yo. En todas ellas hay algo que anima a no hacer ninguna renuncia y resolver confl ictos sociales que afectan a madwomen que se autorizan a abandonar su papel secundario para ser protagonistas.

 

Experiencia

 

En su última película -El becario- Nancy nos enfrenta al vacío de las nuevas empresas que solo tienen jóvenes en plantilla, haciendo ver el valor de la experiencia o la continua transformación de un mercado en el que las necesidades de commodities se satisfacen con nuevas ofertas de forma mucho más veloz (guías de teléfono por Google) que las necesidades básicas como la vida familiar, tan importante para todos. Recuerdo que no hace mucho el veterano Juan Campmany, hablando del ayer de nuestro sector, me dijo “en el fondo no ha cambiado tanto”. Tenía razón. Las emociones y las sensaciones provocadas por Kandinsky son idénticas. Solo que ahora la mujer juega otro rol. ¿Es Meyers una provocadora o una retratista?

 

Espero que la Navidad y el Año Nuevo nos traigan a todos paz y becarios viejos. Feliz 2016