En unos días se celebrará en Bilbao una nueva edición de El Sol, sin duda una de las grandes citas del sector publicitario en España y uno de los certámenes creativos que concitan más interés y deseo de ganar entre las agencias y profesionales de nuestro país.

Las tres décadas de historia del festival, bajo sus diferentes denominaciones y fórmulas, hacen de él una parte indisoluble de la historia reciente de la publicidad española y es el escenario donde se han consagrado algunas de las mejores y más famosas campañas creadas en nuestro país y donde se han fraguado notables reputaciones creativas, tanto en lo personal como en lo empresarial. El Sol es, pues, una institución, pero eso no impide que se enfrente en el momento actual a algunos desafíos que obligan a sus responsables –el certamen está organizado por la Asociación Española de Agencias de Comunicación Publicitaria- a no confiar en la tradición y la trayectoria como asideros principales para su éxito. El primer desafío es el que le plantea el éxito indudable que este año ha conseguido el Día C, el festival del Club de Creativos. Han contribuido al mismo un atractivo programa de ponentes, un certamen creativo que ha ido ganando peso y en el que compiten solo campañas españolas y, desde luego, el hecho de que se haya celebrado en San Sebastián, escenario donde El Sol se celebró hasta hace años y con el que el sector había logrado una identificación sentimental muy notable que la colectividad creativa ha renovado con euforia este año.

El Sol se celebra desde 2013 en Bilbao y por más que se trata de una ciudad de atractivo indudable y con una infraestructura muy adecuada a las necesidades logísticas y escenográficas del certamen, no ha conseguido conquistar al sector del modo en que San Sebastián lo logró en la vertiente social y de encuentro que también tiene un evento como este. Este pequeño desapego al escenario es uno de los desafíos de los que hablamos. Otro es mantener el equilibrio entre las clientelas española y americana a que obliga el carácter internacional del certamen. Los responsables de El Sol dedican muchos esfuerzos, como es lógico, a que la comunidad publicitaria hispanohablante de América perciba el festival como un certamen realmente internacional y no como unos premios españoles en los que son bienvenidos los ingresos que proporcionan las inscripciones de otros mercados. Los viajes de información y promoción y la bien visible presencia americana entre ponentes y jurados dan fe de que ese esfuerzo ha dado sus frutos; pero, a la vez, esa vertiente internacional no puede hacer que cunda entre los profesionales la idea de que El Sol es un festival en parte ajeno a ellos.

Por último, está un desafío que podríamos calificar de sobrevenido y que afecta al festival tanto como al conjunto del sector de agencias, y es el de la escasa presencia femenina. En le edición de 2015 del certamen, una iniciativa espontánea puso de manifiesto la cuestión de la reducida presencia de mujeres en la lista de ponentes (solo una, de hecho, en el programa del año pasado) y en los jurados. En los doce meses transcurridos desde entonces aquella iniciativa ha confluido con otras y se han unificado en la plataforma ¡#masmujerecreativas, la cual -con una pequeña colaboración de Anuncios, permítasenos decirlo- ha iniciado conversaciones con El Sol para que, a través de los cauces posibles, entre ellos eventuales cambios en las normas de elección de jurados, aumente la presencia de las mujeres en el frente más visible del festival.

El Sol puede así convertirse en escenario y en impulsor pionero de una causa, la de la promoción de las mujeres en los departamentos creativos de las agencias, que no compete solo al certamen, desde luego, sino al conjunto de la industria.