"Hablemos español, leches" es el título de la sección promovida e impulsada por el gran presentador y mil cosas más José María Íñigo, recientemente desaparecido (no desaparecerá nunca, ahí están su imagen y su voz), dentro del programa de Radio Nacional No es un día cualquiera, dirigido por Pepa Fernández.

Son tan solo unos minutos en los que se denuncia, con cierto sentido del humor, el uso y el abuso de anglicismos que saltan y asaltan donde menos te lo esperas. Desde un cartel de fiestas populares a un bando de algún ayuntamiento.

La publicidad no se va de rositas en la sección, pero no es ni mucho menos la que se lleva la peor parte.

Tiene gracia que sean los propios representantes oficiales de nuestra profesión los que asuman la carga y estén dispuestos a encajar sobre nuestras sufridas espaldas la culpa de ese exceso que soy el primero en rechazar.

Me refiero a esos encuentros (o encerronas) promovidos por nuestra Academia y la Real Academia Española, en los que nos cae siempre una reprimenda sin que al parecer nos defienda nadie.

Porque da una cierta vergüenza, y no precisamente ajena, que escritores y académicos de la talla de Soledad Puértolas y José María Merino nos lean la cartilla como responsables únicos de la creciente invasión lingüística.

Pero lo que realmente me indigna es que fuera un asistente, teóricamente de nuestro lado, de la profesión, el que cargara las tintas y soltara perlas como estas:

“La publicidad está escrita en inglés porque ya no quedan buenos escritores de anuncios”.

“Me llama la atención lo mal que se escribe, lo mal que se habla en las agencias”.

Ahí queda eso, escrito con tinta de imprenta, reproducido en los medios. Lo que falta para la imagen de la publicidad.

Me hubiera gustado replicarle en la reunión y sin que la discrepancia saliera de allí, en mi nombre y en el del colectivo menguante de escribidores del sector, pero parece ser que mis más de cuatro décadas de ejercicio creativo y profesional, siempre defendiendo la palabra como base de la publicidad, no han sido suficiente aval para contar conmigo en ninguno de estos debates.

Por lo que no tengo más remedio que recurrir a la buena acogida de siempre de Esther Valdivia y Manuel de Luque y dejar por escrito mi modesta (y molesta) opinión en las páginas de Anuncios. ¿Dónde mejor?

Mover el foco

Conste que no me quejo de la actual directiva de la Academia.

La cosa viene de antes, ya hubo otro encuentro bilateral de Academias con la anterior presidencia. Solo me quejo de que nadie haya defendido nuestro papel y contribuido a enmarcar el problema en un escenario más amplio.

Propongo que empecemos a mover el foco hacia otro sector, por ejemplo el de las revistas de moda y tendencias, que caen en lo que a nosotros se nos achaca de manera mucho más acusada, sin que nadie las acuse.

No hay más que echar una ojeada al quiosco.

Véase la muestra en las portadas de otoño:

“‘Welcome’, otoño.” “Propuestas muy ‘fashion’”

“Aquí tienes el nuevo ‘look’”. (Fashion)

“Entradas ‘wow’!” (Nuevo Estilo)

“‘Natural beauty’”. “El poder del ‘windfulness’”.

“Comida rápida y ‘healthy’” (Women´s Health).

“Tu ‘six-pack’ me suena”. “‘Fit’ sin ‘gym ‘“ (Men´s Health)

“‘Beauty Hips’” (Cosmopolitan)

“150 ‘looks’ de moda” (Glamour)

“‘Green beauty’” (Stilo)

¿Para cuándo un encuentro de la Real Academia con las directoras de estas revistas?

En definitiva, no rechazo la autocrítica. Lamento que las multinacionales impongan sus eslóganes en inglés o alemán, aunque comprendo las razones de estrategia global. Deploro ese lenguaje que utilizan los de marketing y que no entienden ni ellos. Un video espontáneo lo mostraba con mucha gracia.

Pero no somos los únicos.

No podemos admitir que también esto sea culpa exclusiva de los publicistas, como dicen los ajenos.

Nuestras espaldas ya están bien cargadas.

No nos joroben más, ¡h…!

Ricardo Pérez es presidente de Ricardo Pérez Asociados