Entro en Google para hacer un sencillo ejercicio. Quiero saber cuántas referencias se están haciendo al coronavirus o COVID-19 y me encuentro con los siguientes resultados de búsqueda: 

Covid-19 >> Aproximadamente 2.580.000.000 resultados

Coronavirus >> Aproximadamente 2.510.000.000 resultados

¿Es eso mucho? 

Siguiente ejercicio. Vamos a compararlo con algunos otros “intereses” de búsqueda que nos rodean desde hace mucho más tiempo que el virus éste.

España (nuestro país) >> Aproximadamente 1.700.000.000 resultados 

Pizza (el producto más vendido) >> Aproximadamente 1.340.000.000 resultados 

Real Madrid (uno de los clubes más importantes del mundo) >> Aproximadamente 1.010.000.000 resultados 

Donald Trump (el presidente “más famoso”) >> Aproximadamente 862.000.000 resultados 

Ser Humano (lo que somos todos) >> Aproximadamente 349.000.000 resultados 

Muy bestia y probablemente nunca visto para Google el volumen ingente de referencias que en poco más de un trimestre se ha volcado sobre la plataforma de Mountain View. Normal, por otro lado. Se trata de un hecho histórico, la primera pandemia mundial en generaciones y la primera desde que existen registros digitales. Al fin y al cabo, la incertidumbre lleva a la necesidad de conocer más; y eso te lleva a la barra de búsqueda de Google en la mayoría de los casos.

Satisfecha la etapa de necesidad de información sobre la materia empezamos a “convivir” con el coronavirus. Seguimos nuestras vidas, pero en una pantalla diferente con reglas y armas diferentes. Empiezan a pasar muchas cosas, malas y buenas. Estado de emergencia, muertos, contagiados, hospitales, bulos, ertes, morgues… pero también aplausos, balcones, vecinos, sonrisas, teletrabajo, conciertos en casa, recetas de cocina, solidaridad ciudadana, formación online gratis, partidas al FIFA, etc. 

De la noche a la mañana parece que somos otros. Y digo “parece”, porque se comienzan a escuchar noticias y referencias a la situación actual donde se habla de que “hemos cambiado”, “que somos mejores”, parece que “gracias” al virus somos otros: más humanos, más solidarios, más creativos, más curiosos. Y lo siento, pero me niego a atribuir a un virus tanto protagonismo, al menos en lo que se refiere a nuestra faceta humana.

De este pensamiento en alto que hicimos en Arena, nació “Lo que no ha cambiado”, una serie de reflexiones individuales en forma de relato sobre algunos espacios vitales que ahora “resuenan” en los medios, pero detrás de los cuales hay verdades humanas que se han manifestado en el contexto actual, pero que ya existían antes de la irrupción del Covid-19 en escena y que no deberíamos olvidar. Como por ejemplo…

  • Que cocinar en casa nos permite cultivar recuerdos que duran para siempre.
  • Que el valor de la música es el que cada uno de nosotros le otorguemos por lo que nos ha hecho sentir.
  • Que los videojuegos nos abren las puertas de tantos mundos como podamos imaginar.
  • Que los límites de la vida humana no finalizan en una estadística sino en el tiempo que recordamos haber estado a su lado.
  • Que los bares son lugares donde se crea parroquia, barras humanas donde entran conversaciones, piropos, ánimos y preocupaciones.
  • Que la realidad es única, puesto que se trata de lo verdadero, pero las versiones de ésta dependen de la(s) pantalla(s) por la(s) que la(s) recibamos.
  • Que el aprendizaje que nos hace mejores no sólo nos reporta conocimiento material sino también sensibilidad humana.
  • Que la solidaridad no entiende de agendas ni de agentes, sencillamente ocurre.

Estas reflexiones son eso, reflexiones. La mayoría son cotidianas, pero también esenciales. No pretenden dar respuestas sino ayudar a entender si verdaderamente nos estamos transformando o por el contrario ahora se están viendo (y mostrando) muchas cosas que llevan realmente ahí, con nosotros, mucho tiempo. Tal vez, ahora que el covid-19 ha presionado el botón de pause, tenemos la oportunidad de mirar con retrospectiva algunas cosas que la inercia diaria nos ha estado haciendo dar por supuestas, cosas intrascendentes a los ojos de todos, pero con un potencial humano inigualable.

Todas ellas nos hacen pensar que igual no estamos aprovechando de manera adecuada, que estamos infravalorando, algunos territorios de comunicación para provocar la conexión de nuestras marcas con sus públicos objetivos. ¿Y si nos estamos volviendo locos en la búsqueda de la diferenciación, de la sofisticación, de lo innovador y por el camino perdiendo oportunidades de ser auténticos, humanos y cercanos? 

Nosotros creemos que este alto en el camino, nos servirá para reivindicar la posición de lo humano, de lo habitual, de lo cotidiano en la construcción de las marcas para que éstas sean trascedentes y perdurables en el tiempo. 

Puedes ver todas las reflexiones en https://es.slideshare.net/arena_es