Hay un consejo que le di a mis hijos cuando les llegó la hora de ponerse al volante: “Los malos también conducen”. Es decir, ese todoterreno que te mete las luces a 160 kilómetros por hora puede estar conducido por un ejecutivo frustrado y deseoso de demostrar el tamaño de sus atributos masculinos, pero también por un alucinero drogado o por el chófer de un capo de la mafia rusa.
Es decir, como norma, hay que evitar cualquier bronca al volante porque los malos están ahí fuera. Pero también están ahí dentro. Hace pocas semanas, una columna de Luis Bassets en El País se refería a cómo los gobiernos dictatoriales habían aprendido a luchar contra el uso de internet por la oposición, hasta el punto de darle la vuelta y convertirlo en un aliado a la hora de localizar y detener activistas. Y lo mismo podemos decir el uso de los móviles. Y si éstos son ejemplos de malos políticos, obviamente hay toda suerte de malos económicos, ideológicos y sociales. Internet ha perdido su virginidad hace mucho tiempo, pero aún hay quien ve en él la panacea de la democracia.
No quiero ser pesimista, pero me da la impresión de que se aproxima más a una amenaza. Internet es un canal extraordinario para intoxicar, hacer la guerra sucia, desprestigiar, acosar, chantajear, a las personas…y a las marcas. Y si se hace bien, con perdón de la expresión, se pueden dejar muchas menos pistas que en el mundo real. Si la mentira, el rumor y la maledicencia en el mundo real hacen daño, en el mundo virtual son armas de destrucción masiva. ¿Qué se puede hacer? Internet es un mundo paralelo, se ha dicho muchas veces, pero se supone que se le aplican las mismas leyes que al mundo real. Pero eso es un desiderátum más que una realidad.
Mientras no haya una implementación y procedimientos específicos será lo más parecido a un territorio sin ley. Una visión ingenua, aún muy extendida, defiende este punto de vista a lo Rousseau. Desafortunadamente no hay forma de saber si el buen salvaje es algo más que una teoría. Pero lo que sí sabemos es que los malos existen y encuentran mil y una forma de aprovecharse de territorios sin ley.
David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales