Aunque se hable poco de ello, obnubilados como estamos con el desarrollo de las redes sociales o la explosión de las aplicaciones para móviles, la red de redes se está enfrentando ahora mismo a una situación que puede marcar de una forma trascendental su desarrollo futuro. Y no solamente como vehículo publicitario. Los legisladores en Estados Unidos y la Unión Europea se están haciendo muchas preguntas acerca de la privacidad en la red y de ellas pueden salir regulaciones de amplio poder coercitivo. Y entre las más importantes está la consideración o no de la publicidad dirigida por el comportamiento del usuario entre las formas de publicidad que requieren consentimiento previo.
De un lado, están los abogados de la privacidad, que piensan que esta forma de publicidad debería estar sometida a un estricto consentimiento previo, dado que supone un tratamiento de los datos personales, lo que de hacerse supondría reducir su desarrollo a la mínima expresión. De otro, la mayor parte de la industria, que defiende con razón que los navegadores ya dan opciones suficientes para eliminar las cookies, imprescindibles para esta práctica y, por si fuera poco, que los mecanismos de funcionamiento nunca identifican personas, sino usuarios anónimos con un determinado comportamiento.
La cuestión tiene una enorme profundidad y repercusiones de hondo calado. Y como tal, los intereses creados a su alrededor están presionando sobre los decisores de todas las maneras posibles. Según el presidente del capítulo estadounidense del IAB, Randall Rothenberg, esto está sucediendo porque grupos antinegocio y antipublicitarios muy bien organizados, se han hecho oír por los reguladores y políticos, alimentando su miedo hacia nuestra industria, apuntando con precisión a las tecnologías que mejor definen su propuesta de valor: la posibilidad de entregar información y entretenimiento relevantes a consumidores que los están buscando.
En esta guerra casi subterránea, se está escuchando poco la voz y los argumentos de la industria, a pesar de que la propia IAB consiguió soporte para una campaña en la red hace unos meses. Y desde luego, en nuestro país el asunto está pasando desapercibido, probablemente porque aún esta forma de dirigir la publicidad no ha conseguido gran predicamento. Pero los medios también deberían tener en cuenta que muchas de las habilidades que tienen sus títulos interactivos y que los hacen ser mucho más atractivos para el usuario se pueden ver seriamente afectadas por esta regulación.
Si el tema no fuera tan fácil de desvirtuar y tan propicio para la demagogia y la invocación del Gran Hermano, las propias organizaciones de consumidores y usuarios estarían manifestándose en contra. Si prosperan las tesis de estos supuestos defensores del usuario, lo que éstos van a tener es una red mucho menos relevante y enterrada por toneladas de mensajes comerciales no deseados.