Por segundo año el Festival El Sol ha quedado lejos de sus mejores momentos, a pesar de una asistencia bastante mejorada (aún no hay cifras oficiales, pero podría haber subido un 15%) y aunque las inscripciones hayan caído mucho menos que el año anterior. Es muy probable que Cannes y otros festivales de la zona occidental terminen este año con una evolución parecida.
Más allá de la mala coyuntura económica, convendría meditar acerca de si el modelo actual de los festivales no está pidiendo a gritos un amplio retoque. Su tendencia al gigantismo les ha hecho alejarse de su proposición de valor original: conocer lo mejor de lo que se hace en el mundo bajo la excusa de una competición. El crecimiento desbordante de estos años ha sido magnífico para las entidades o empresas que los convocan: más categorías, mas secciones, más piezas –sin ningún autocontrol por parte de las agencias--, más complementos, más… Pero ha ido en contra de esos objetivos fundacionales hasta desvirtuarlos, haciéndose inabarcables y poco provechosos para los asistentes. Por un lado, se han alejado de la realidad al diversificarse en múltiples secciones, en contra de la tendencia imparable a las acciones cada vez más multimedia y multidisciplinares.
Por otro, han perdido buena parte de su utilidad para el asistente. Así como no es lo mismo hacer la compra en un supermercado que en cinco hipermercados especializados, al delegado medio cada vez le resulta más difícil sacar algo en claro de estos macrofestivales. Y si encima se les adorna de un buen programa de actos, para la gran mayoría el aspecto de la muestra se ve reducido aun paseo rápido por la gráfica, el pase de la short list de televisión y un palmarés en el que es imposible hacerse una idea de las mejores campañas fuera de grandes medios. Añadamos a eso la sensación de que uno ya ha visto gracias a internet el 80% de lo que se presentará, lo cual no es siempre cierto.
Y en cuanto al aspecto competitivo, tan amado por algunos, éste, por hacer un símil, se ha reducido a asistir a un Mundial el día de entrega de trofeos. No es de extrañar que los pitos hayan desaparecido por completo de la entrega de premios: nadie puede opinar de la labor de los jueces, sólo acatarla.
Parecería interesante volver a recuperar el interés mollar de los festivales en lugar de esa huida hacia delante para completarlos con cada vez más cosas. Quizás una preselección, al estilo de los festivales de cine, que limitase cada sección a un número abarcable de candidatos, junto con una reducción de éstas, permitiría recuperar el valor de muestra y competición para un delegado medio. El nuevo responsable de El Sol en la AEACP tiene tarea por delante para la 26 edición.
Los Anuncios del Año
Al margen en buena parte de esas cuestiones, pues entre otras cosas se caracterizan por no admitir inscripciones, los premios que organiza esta revista, Los Anuncios del Año, celebraron con éxito el pasado 1 de junio en Madrid la gala de entrega de galardones de su edición número catorce. Se premiaron, como se informa en este mismo número, las mejores campañas del 2009 en televisión, gráfica, radio, exterior e Internet, y se reconoció a las mejores agencias creativa y de medios, anunciante y productora del año