Independientemente de su tema, siempre ha habido dos tipos de títulos especializados, aquellos que nacieron como vía de autopromoción de las empresas que operan en un determinado sector, y aquellos otros que en un momento dado surgieron para ofrecer una información independiente y con otro valor añadido para sus lectores. En general, la madurez e importancia de un sector puede medirse en la evolución que sus títulos especializados han ido sufriendo, en una transición lógica de órganos de autosatisfacción a medios informativos independientes.
Anuncios nació, hace ahora casi treinta años, con esta última y declarada vocación a la que, por todos los medios y a lo largo de todas las crisis económicas, se ha mantenido fiel desde sus inicios y a través de sus diferentes etapas societarias.
No nos consideramos, por otra parte, ningún ejemplo para nadie, y entendemos que esa otra vieja manera de hacer pueda seguir teniendo adeptos.
Lo que sí es cierto es que con la prolongación de la actual crisis, los soportes que practicamos una clara separación entre los intereses de los lectores y los intereses de los anunciantes nos estamos encontrando con una presión inusitada por subvertir nuestra filosofía. Es el reflejo de la generalización de prácticas comerciales en las que se mezclan publicidad y contenido editorial dentro de un mismo contrato. Y no sólo son habladurías, sino documentos en nuestro poder los que lo demuestran. Esta forma de actuar ha calado de tal manera en el mercado que cuando es rechazada de plano, como ocurre en nuestro de caso, se nos llega a acusar de prepotentes.
Igual que la evolución de órganos sectoriales a medios independientes demuestra la profesionalización e importancia de un sector, una involución en sentido contrario pone de manifiesto su debilidad. La flagrante contradicción, cuando no hipocresía, entre la exigencia como usuario de independencia informativa, y la obsesión, como anunciante, por acuerdos comerciales que tuercen descaradamente esa independencia, es un signo muy de nuestros días. Los medios, y no sólo los especializados, vemos como buena parte de los presupuestos que antes se destinaban a publicidad se han desviado a departamentos y empresas encargados de generar contenido gratuito para ser difundido por esos medios que les siguen siendo tan necesarios.
La tentación en tiempos de crisis de contrarrestar esta práctica, lícita por otra parte, con la opción de que sea el propio título el que acabe generando y cobrando esa información publicitaria entendemos que sea muy fuerte en estos tiempos. Pero en Publicaciones Profesionales, y sabemos que no somos los únicos, no estamos dispuestos a entrar en ese juego. Sería traicionar nuestros principios fundacionales. Sabemos dónde las compañías prefrieren ver su información publicada: en los títulos que se leen con garantía de no estar siendo sometido a un publirreportaje encubierto constante, y cuyos lectores pueden estar tranquilos al tomar decisiones de negocio en base a información veraz y contrastada. Ciertamente, algunas de estas mismas empresas no siempre actúan con coherencia en cuanto a la forma en cómo invierten su presupuesto de comunicación. Nosotros mantendremos nuestra coherencia. Es el único camino viable.