La petición de las autoridades de protección de datos europeas para que las autoridades comunitarias hagan obligatorio el consentimiento previo del usuario para la instalación de cookies o trazadores de la navegación, supone uno de los más serios retos que ha sufrido internet en su reciente historia. No es extraño que IAB España, cabecera en este caso de la representación del sector del marketing y la publicidad, se haya posicionado claramente en su contra.
No es sólo una cuestión técnica, sino una condición de mercado que puede hacer variar enormemente el futuro de la red. Teóricamente, los navegadores dan ya opciones al usuario para que éste establezca su nivel de aceptación de cookies, si bien éste por defecto no está situado en el máximo de interceptación. Pero pensar en hacer que acepte o rechace cada trazador es un auténtico disparate de efectos bastante impredecibles.
¿Por qué son tan importantes los trazadores? Porque están en la base de una enorme cantidad de servicios que se ofrecen en la red y de buena parte de la publicidad, y eso sin hablar de la segmentación por comportamiento, que desaparecería de Europa. Muchas empresas de comercio electrónico e interactivas sufrirían un serio revés en su facturación y una gran cantidad podría desaparecer. En definitiva, si esta condición se hiciera universal, la eficacia de nuestro sistema comercial y, por tanto, nuestra competitividad, disminuiría respecto a la de otras zonas económicas en un área de desarrollo imparable.
Significaría la pérdida de una ventaja nativa que internet tiene sobre otros entornos, no sólo para crear modelos de negocio más eficientes, sino para la eficacia de los mensajes publicitarios. Las cookies no sólo tienen connotaciones negativas, sino otras muy positivas y, en general, mejoran la experiencia del usuario. Aunque es cierto que hay utilizaciones abusivas que se deberían limitar.
La batalla legal se va a presentar compleja para el sector, pero lo que piden los organismos de protección de datos es tan absurdo que probablemente la industria del marketing y la interactiva podrían incluso sumar a su causa a las asociaciones de usuarios. De hecho, semejante medida cargaría sobre los hombros del usuario la reordenación del sistema para que con el tiempo éste vuelva prácticamente al mismo punto actual. Normalmente, el usuario se verá obligado a admitir las cookies para poder navegar con comodidad y también para poder acceder a muchos de los sitios a los que ahora accede y que se le cerrarán si no admite los trazadores. Pero no sabemos cuántas empresas se quedarían por el camino en tanto el mercado terminara de recolocarse. Sería una ruleta rusa movida por un integrismo que no protege la privacidad de los usuarios (las cookies no identifican usuarios, sino ordenadores), y sin embargo puede provocar un frenazo en la expansión de incipientes o consolidados modelos de negocio en internet.