Hace unas semanas se nos anunció que éste sería en la Península Ibérica el verano más caluroso en muchos años, más aún que el anterior. La previsión fue comentada y transmitida de Norte a Sur, de Este a Oeste por todos los medios de comunicación. Nadie se planteó (ni se planteará cuando el verano haya terminado y la estadística hable) que esos mismos especialistas fueron incapaces de prever, sólo unos meses antes, el invierno más lluvioso en décadas.
Estas semanas hemos estado recibiendo todas las previsiones de inversión publicitaria para lo que queda de año y posteriores. En principio todo apunta a un retraso en la recuperación de las curvas ascendentes hasta bien entrado el 2011 en nuestro mercado, a diferencia de los más cercanos, que ya están en tendencia ascendente. Igualmente estas previsiones han sido convenientemente difundidas, como es lógico.
La diferencia entre las previsiones meteorológicas y las económicas es que en las segundas hay un cierto nivel de autocumplimiento. Si se prevé un recorte presupuestario general, quien no lo tiene previsto, lo más normal, aunque equivocado, es que se sume a la tendencia. La verdad es que la situación meteorológica, si se nos permite el juego, de la publicidad española no puede estar más revuelta y hacer una predicción se torna más difícil que nunca. Estamos pendientes de los efectos de una subida del IVA, de la recolocación de los presupuestos que antes iban a RTVE y que ahora se encuentran con unas tarifas disparadas en las privadas, también del fin de la subvención directa a la venta de coches. Todas ellas parecen tirar hacia debajo de las curvas.
Pero luego tenemos sutiles, o no tanto, cambios en el clima social como la victoria en el Mundial de Fútbol, y también otros asuntos pendientes de carácter plenamente financiero, como el resultado de las pruebas de estrés de la banca española. Bastaría que el resultado positivo de estas pruebas mejorase el rating de nuestros bancos para que fuera abriéndose la espita de la financiación empresarial y privada. Si fuera así, algo empezaría a cambiar. En realidad debería estar haciéndolo ya, teniendo en cuenta la captación de pasivo que ha protagonizado la banca en los últimos meses a base de productos de alto interés. De alguna manera tendrán que ponerse a crear beneficios.
Por tanto, es verdad que las previsiones no son buenas pero, más que nunca, hay un margen para equivocarse. La buena noticia es que resulta ya difícil equivocarse mucho por lo bajo. La equivocación tiene que venir esta vez por lo alto. Lo veremos en septiembre. Mientras tanto, disfrutemos de este parón tan propio también de nuestra economía.