“¡Pico, pala!”. Así se refería Jesús, simpático skater extremeño, a cómo conseguía ligar con las chicas en la noche. “A base de insistir mucho, pico y pala”.
Eran otros tiempos para mí. Empezaba el siglo XXI y yo tenía un buen puesto en una mejor compañía multinacional. Una de esas compañías de las que mola recibir un e-mail. Ahí estaba yo, conociendo mejor a los consumidores, y para ello dedicaba la tarde de un viernes a hablar, pasear, cenar y salir por la noche con jóvenes que formaban un grupo de esos que en marketing se llaman early adopters. El objetivo era conocer bien a nuestro consumidor, intentar comprenderlo, averiguar qué hace, de que habla, qué le interesa.
Pico, pala. Siempre me ha hecho gracia esa expresión. Y además creo que está muy bien encontrada. Me imagino a alguien con su pico y su pala. Dando y recogiendo, con trabajo, sudor, y por encima de todo, mucha perseverancia. Hay que concentrase, mirar fijamente al punto donde picar, y lanzar un certero golpe. Y repetir varias veces. A continuación, cambiar el pico por la pala, recoger el escombro. Y volver a empezar.
Y me gusta porque en estos momentos me siento así. Picando piedra. Una piedra muy dura. Esa piedra que, al picarla, todo el pico vibra y los brazos te duelen. Y luego recogiendo. Aunque, pico más que recojo. En definitiva, puro trabajo de campo. Pura perseverancia. Y mucho aguante para encajar los golpes que nos están dando la vida ahora. Lo siento, pero no pronunciaré la odiosa palabra. No le daré ese placer.
Hace exactamente un año, mi socio Fernando Codina y yo decidimos empezar a picar solos. Los dos llegábamos a los 40 años y sabíamos que en la siguiente década teníamos que capitalizar los conocimientos que nos habían dado los casi veinte años de experiencia en agencia y anunciante, en España y en el extranjero. Era una necesidad vital. Y lo sigue siendo. Salir de una estructura con recursos, con clientes estables, con situación financiera saneada y sobre todo salir de la seguridad de recibir tu nómina a final de mes. Partir al monte con el pico y la pala.
Un año después, nuestra ilusión sigue intacta, y una pequeña parte de nuestras esperanzas se han convertido en objetivos cumplidos. Y nuestras expectativas, siguen siendo realistas, porque con los chuzos que están cayendo, no puede ser de otra forma.
Ahora, cuando suena el teléfono, me pregunto si será un posible proyecto –lo de posible cliente ya me suena para una etapa superior--. Cuando recibo un email pidiendo información, abro una botella de cosechero al llegar a casa. Y si cuelgo algo en nuestra página de Facebook y empiezan a crecer los “me gusta”, te dices “quizás este trabajo está mejor de lo que creía”. La verdad es que este tipo de detalles, inapreciables cuando uno está en una gran empresa, son la gasolina que hace que sigamos creyendo que un nuevo modelo de agencia es posible.
Dejó aquí algunas fotos de las notas que tomé de las conversaciones con Fernando cuando estábamos creando SantaMarta. Momentos mágicos.
Y mientras, aquí seguimos, pico, pala.
Pablo Zea es socio fundador de SantaMarta