Dicen los manuales y la historia de la Economía que, en tiempos de crisis, aumentan las fusiones y compras de empresas. Lo hemos visto en todos los ámbitos de actividad: gran consumo, energía, servicios, distribución, financiero (bien que éstos obligados por le Gobierno), etcétera.

Sin embargo, en el mundo de la publicidad esto no se ha cumplido, sino que más bien ha ocurrido lo contrario. A mayor crisis, mayor número de nuevas agencias. Todo el que conozca este sector sabe a qué obedece el fenómeno: por cada directivo que se queda en la calle con una mínima posibilidad de tener una cartera o carterita de clientes, aparecerá una agencia, o similar.

Así, mientras muchas agencias pequeñas han cerrado apretadas por la crisis, otras tantas han ido surgiendo, contribuyendo a presionar aún más a la baja el mercado. Se piensa que con talento creativo y estratégico, una pequeña oficina y una agenda con proveedores y freelances de todo tipo, basta para atender cualquier cuenta. En la práctica, también lo demuestra la historia, por ese camino minimalista pasados unos años la mayor parte de esas pequeñas agencias han desaparecido o se han convertido en empresas cautivas de uno o dos clientes.

Todo este fenómeno es inevitable, y se ha repetido a lo largo de la historia, pero cada vez que el entorno en el que se repite es diferente. En el actual, la comunicación comercial se ha complicado sobremanera. Esa agenda de freelances y proveedores tiene que ser más gruesa que nunca si se quieren atender correctamente las necesidades de un cliente. Y resulta que hay muchos nuevos tipos de profesionales tan buscados que no existen en ese régimen o tienen unas tarifas acordes con su escasez. Un panorama complicado como para subsistir fácilmente.

Cuánto más lógica no sería, entonces, la solución ortodoxa: la de sumar fuerzas, talentos y carteritas de clientes hasta tener una masa crítica suficiente para sobrevivir y progresar. Sabemos que la lógica empresarial no casa muchas veces con los deseos personales, pero lo curioso es que hablamos de un sector que presume de ser buen consultor para otros y es incapaz en este y otros aspectos, de ser consultor para sí mismo.