Todo esto de la propaganda, de los dípticos y de los banners está muy bien pero, realmente, lo que a mí me gusta es dar clase. Charlas, conferencias, talleres, lo que sea. Y cuando uno se aficiona a este tipo de cosas, sabe que se expone a que el público asistente le haga preguntas incómodas, de las que uno va saliendo lo mejor que puede.

En mi top 10 de preguntas post-charlas está, sin duda, “¿por qué todos los creativos vestís de negro?” en el único día de mi vida en el que he dado una charla y no iba vestido en modo Micolor. O la gran nopregunta/ pregunta (al estilo de los entrevistadores que atacan a los jugadores al final de los partidos y les no-preguntan esperando una respuesta: “Bueno, Cristiano, 2-1.”): “¡Cómo vivís los creativos!”. Pero hoy, si me lo permiten, no vamos a hablar de estas cuestiones que, clarísimamente, son un eterno trending topic creativístico.

Vamos a comentar otra gran pregunta que aparece de cuando en cuando en estas sesiones: “El creativo, ¿nace o se hace?”. La salida estándar a esta cuestión suele ser una mezcla de los dos conceptos: “A ver, creo que hay tener unas ciertas cualidades, pero luego es trabajo, trabajo y trabajo”. Si al auditorio le interesa el tema en serio, o la pregunta te la realiza alguien que se quiere dedicar a esto de verdad, entonces ya amplias la respuesta. La mía: “Ser creativo es como saber jugar al fútbol. Si en los recreos eras al que elegían el último, ya puedes entrenar, entrenar y entrenar que nunca vas a ser un gran jugador. Ahora bien, ya puedes ser todo lo gran jugador que quieras, que si no entrenas no vas a ningún lado.”. Para mí, esto de tener la capacidad de crear ideas es algo innato que se mejora con la práctica. Es lo que yo pienso, repito, sin ninguna base científica y/o punsetística que soporte esta afirmación.

Y aquí es donde entra Dan McLaughlin. El otro día le descubrí en www.creativitypost.com. Es un fotógrafo de 30 años que se ha propuesto dedicar los próximos seis de su vida a convertirse en un jugador de golf profesional, cuando nunca ha jugado 18 hoyos en su vida. Quiere comprobar empíricamente que, con la práctica suficiente, se puede triunfar en cualquier cosa sin tener un talento específico para ello. Quiere probar que nunca es tarde para emprender un nuevo camino en la vida. Como popularizó Malcolm Gladwell en su libro Fuera de serie, parece que puedes ser un número 1 en algo si le dedicas solamente 10.000 horitas al tema. En thedanplan.com podemos seguir el proceso de tigerización de Dan en esas 10.000 horas y ver si acaba siendo Jack Nicklaus o termina teniendo el mismo porcentaje de acierto en el putt que el que tiene Sami Khedira dando pases en largo, pongamos por caso. Si Bwin abre una apuesta al respecto, tengo 50 pavos preparados para la última opción.

Sin relevancia
Lo que está claro es que, a la velocidad a la que está cambiando todo, es prácticamente imposible masterizar algo si tenemos que dedicarle un mínimo de 10.000 horas para ir controlando un poquito el tema. Lo más probable es que, después de ese periodo de tiempo, lo que estemos estudiando haya desaparecido. O no tenga relevancia. Ímaginense que, hace seis años, hubiéramos dejado todo para convertirnos en los máximos expertos en Second Life, que era lo más de lo más. A estas alturas, se nos rifarían los headhunters. Por eso soy tan poco fan de los gurús de las nuevas disciplinas de comunicación. Si es que no nos ha dado tiempo ni para el training.

Y en cuanto a lo del talento creativo adquirido, no veo yo a D. Mariano Rajoy o a D. Iñaki Urdangarín peloteando ideas en un despacho ni con 40.000 horas de training. Eso sí, D. José María Ruiz-Mateos, con dos tardes que le eche al tema, nos quita el puesto a cualquiera.

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