William Schwenck Gilbert, libretista, y Arthur Sullivan, compositor, popularmente conocidos como Gilbert y Sullivan, fueron el dúo artístico más famoso del “entertainment” británico de la época Victoriana. Juntos escribieron catorce operetas que les hicieron inmensamente ricos y conocidos en todo el mundo, cada nuevo estreno multiplicaba la expectación y las ganancias del anterior e incluso obligó al productor Richard D'Oyly Carte a construir un teatro en pleno centro londinense para presentar sus obras y así exprimir económicamente al máximo la enorme capacidad creativa de la pareja.
Todo parecía ir encarrilado hasta que poco a poco empezaron a despertar desinterés entre la crítica y el público empezó a encontrar las tramas repetitivas: estaban creativamente agotados. Sullivan pidió deshacer la colaboración e incluso comenzaron a trabajar en otros proyectos: la pareja de oro parecía decidida a emprender su bajada de la cima artística y económica más brillante de toda la historia.
Así, W.S.Gilbert inició un año sabático con el fin de descansar y reponer de nuevo su prolífica y exuberante imaginación hasta que una exposición japonesa en Knightsbridge, cerca de Londres, supuso la inspiración para el que sería el arranque de una nueva etapa de fertilidad creativa en su carrera. La contemplación de la pintura y la escultura japonesa, la escucha de la ópera nipona o la influencia del color en el maquillaje y el vestuario de las geishas, supuso la activación de la fértil creatividad del autor, que bajo la excitante influencia del mundo nipón compuso en 1885 “El Mikado”, una de las obras musicales más famosas de todos los tiempos.
Y es que hasta hace muy pocas décadas, la influencia sobre el pensamiento creativo estaba limitada a la propia imaginación y la influencia artística más local. La producción de cualquier tipo de obra literaria, musical o cinematográfica estaba sujeta a tantas limitaciones temporales, económicas o geográficas como el caso descrito, que su distribución era enormemente lenta (en algunos casos, inexistente) lo que implicaba un período considerable desde su creación hasta su influencia real.
Hoy en día, el mundo de la creatividad se vive con una carga de estrés casi inasumible. Si analizamos el ámbito temporal de influencia de cualquier obra creativa llegaremos a la conclusión de que cada vez es más corta. A pesar de disponer de herramientas que nos ayudan a crearlas en menos tiempo, en mejores condiciones técnicas y con un menor coste económico, la posibilidad de que una idea y su ejecución sea completamente original es casi imposible.
Desde que nace esa idea hasta que llega perfectamente pulida para ser presentada en sociedad se da un lapso de tiempo suficiente para que acabe resultando vieja y anticuada. Pero en caso de que este parto creativo sea insólito y original, su incorporación a la aldea global que supone Internet hace que su contemplación genere una influencia casi inmediata, siendo devorada instantáneamente e incorporada al torrente creativo global que engulle diariamente las millones de ideas que generan a su vez millones de personas en todo el mundo, originándose una contaminación creativa global sin fin.
Esta contaminación continua comienza a producir además problemas para diferenciar señas de identidad creativas propias: ya no podemos hablar de un determinado estilo musical europeo, ni de una temática artística propia del continente asiático o de una patrón narrativo cinematográfico norteamericano. La avalancha de influencias se hace tan brutal que asistimos a mezclas imposibles que deben pasar por muchísimos procesos de depuración para que finalmente obtengamos acertados resultados creativos, y eso requiere paciencia.
Aún así, debemos asumir que esta globalización creativa ha venido para quedarse y cuanto más rápido se interconecten los avances electrónicos, más rápido vamos a tener que incorporarlos a los procesos creativos. Esto nos debe preocupar, hay que hacer un alto para no dejarse arrastrar por esta vorágine de cambios y ser capaces de crear respuestas creativas diferentes y originales, lo que hace que repitamos este circulo vicioso de forma constante muchas veces hasta la frustración… ¿Hasta cuándo? Una buena solución creativa debería darse en un ambiente creativo, permisivo e incluso a veces extravagante y no exigirse, además, desafortunadamente ahora es cada vez es más difícil contar con una fuente original de inspiración que nos ayude.
Por Jose G. Pertierra, es director de arte de Clicknaranja