La AEACP ha dado a conocer el nuevo reglamento del festival El Sol, cumpliendo así con el compromiso que había adquirido tras el escándalo organizado en torno al palmarés de la última edición. Este se produjo por dos tipos de públicas disconformidades. Uno, el de campañas premiadas que resultaron tener un parecido descarado con otras preexistentes y, dos, una campaña premiada que podía herir sensibilidades y, de hecho, las hirió.
El nuevo reglamento dirige sus condiciones a evitar este tipo de situaciones y lo hace, desde nuestro punto de vista, muy en serio, dotando a la organización de instrumentos para que no vuelvan a repetirse situaciones tan negativas para el prestigio del festival, hasta el punto de incluso excederse. En el caso de las campañas copiadas de otras, la puerta se cierra al incorporar la condición de que deben ser “originales y no vulnerar los derechos de terceros”. Tampoco se admiten versiones especiales para festivales y, en cualquier caso, se crean los cauces para recibir denuncias sobre campañas durante y después del festival (la oficina de reclamaciones) y se permite a la organización sacarlas de la lista corta o del palmarés.
Todo esto parece positivo, así como que especifique que las inscripciones “deberán contar con la autorización del anunciante”, condición que no sabemos si será suficiente para que desaparezcan los famosos truchos, pero sin duda lo pondrá más difícil. En cualquier caso, quedan algunos puntos a mejorar. Por ejemplo, que el festival sigue sin especificar qué premia: creatividad, creatividad original, creatividad eficaz… O, por ejemplo, que las quejas sólo las puedan presentar “anunciantes y/o agencias”, lo que llevado a un extremo supondría alguien con poderes notariales para hacerlo.
En cuanto al otro frente, el de las piezas que puedan herir sensibilidades, el nuevo reglamento establece su posible rechazo desde el momento de la inscripción y a criterio inapelable de la propia organización. Más vale eso que sacar piezas una vez ya se ha cobrado por su participación, aunque ese otro caso también está contemplado. No obstante, el catálogo de aspectos por los que la organización puede rechazar una pieza es tan amplio como resbaladizo, por lo que, en realidad, la discrecionalidad de la misma es total. Igual que se cita a los organismos de autorregulación en un punto previo, quizás una buena solución habría sido dejar la puerta a la intervención del jurado de Autocontrol en los casos dudosos. No cabe duda de que cumplir con esta revisión o censura previa va a suponer un trabajo extra para la organización. Por último, y sin ánimo de ser exhaustivos, el que la organización se reserve “la posibilidad de modificar las bases durante el transcurso del festival en beneficio del mismo”, resulta otra puerta abierta a la arbitrariedad.
En definitiva, el nuevo reglamento supone un paso adelante respecto de la situación precedente pero, si entonces parecía hasta difícil que la organización enmendara la plana al jurado por flagrante que fuera el asunto, ahora se pasa al extremo contrario y queda todo al buen criterio del propio festival. Esperemos que lo tenga.