Leí que cuando Sartre estuvo en México tuvo una serie de experiencias surrealistas que hoy en día se ven claramente aquí. No sólo en la publicidad sino en la vida real.
Sartre le encargó una estantería a un carpintero y se la dibujo en perspectiva en una servilleta. Cuando vuelve unas semanas después a ver cómo había quedado se quedó perplejo. Lejos de tener la estantería que tenía en la cabeza, obtuvo una estantería que está expuesta hoy en el museo del surrealismo. La famosa estantería no fue construida uniforme ni simétricamente. Si la miras de frente está torcida y ningún libro, a menos que estuviera pegado con Super Glue, se mantendría en pie. Todo, absolutamente todo, se caía porque el carpintero la construyó torcida por la perspectiva que tenía en la servilleta. Increíble pero cierto. Igual que el concepto de la palabra ahorita. Ahorita puede ser ahora en cinco minutos o dentro de tres semanas (con suerte). Me ha pasado comprando una nevera e incluso con productoras que te dicen que el cambio que les pediste te lo hacen ahorita. Y directamente eso puede ser un NO como una casa. La cosa es que hay que tomárselo con sentido del humor. Porque, al final de cuentas, esta cualidad tiene sus beneficios.
La semana pasada vendí, a una importante marca de panes, un estomago que habla en Facebook con su dueño y le pone a parir. Con la excusa de que un estómago aburrido es un estomago peligroso. Ideas que en cualquier otro lugar morirían, quitando a Estados Unidos, que hace que un hombre piñata cobre vida, como en el spot de Skittles. No quiero sonar pedante, pero buscando la palabra surrealismo en internet esto es lo que encuentro: “El surrealismo es un movimiento surrealista que trata de desligar al máximo a la razón del proceso creativo.” Algo que en publicidad nos es increíblemente conveniente. Sacar ideas de un mundo de sueño, libre de lógica, que al estructurado mundo de premisas le saque de quicio. Como un sketch de Monty Python en el que hablaba de El hombre que inventó la ironía.
Claro, nadie le entendía. Le traían un pollo y mientras se chupaba los dedos de lo exquisito que estaba sus sirvientes le preguntaban si era de su agrado. Él, irónicamente, decía “Está horrible, por eso me chupo los dedos” y sus sirvientes, estupefactos, se llevaban la comida con la promesa de traer uno que le gustara. Claro. Inventar la ironía tiene sus pros y sus contras.
El caso es que éste es un gran país donde la lógica no es más que un patrimonio reciente de un pequeño grupo, donde la tradición popular cree masivamente en cosas mágicas, donde los muertos y la Catrina están más arraigados que la ciencia. “El surrealismo no es producto de una toma de posición filosófica sino realidad ineluctable”.
Pero el surrealismo a veces tiene sus contras…
A veces, como brasileño/español, y hablando en el mismo idioma, me resulta surrealista que no podamos entendernos del todo a la primera. Pero puede que me esté cauterizando con este tema. Viví una experiencia hace poco en la que una gran empresa de smartphones nos convocó para un concurso a cinco grandes agencias. Después de la presentación tardaron cinco meses en la adjudicación del proyecto y para colmo acabaron dándole la cuenta a una agencia de medios. Porque, básicamente, lo que querían era adaptar los spots que les hace su agencia inglesa a este mercado. Y chinpún.
Pero todo está bien. Estamos haciendo cosas grandes. Y uno aprende a no desesperarse. Porque como decía Kafka: “No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Esto significa que vives”. Y aquí se vive.