Hace unos días leí una noticia con ese título que me sobrecogió. Y aunque os pueda parecer una frivolidad, quiero relacionarla con el mundo del marketing en el Reino del Centro, como se le llamó a China durante siglos.
MUCHA GENTE, POCA TIERRA (renduo dishao)
Este titular expresa uno de los mayores problemas de China. La superpoblación conlleva el derivado de la falta de tierras de cultivo suficientes para poder alimentar a todos los chinos.
Hace un par de años se publicó la noticia, posteriormente desmentida, de que China quiso comprar 450.000 hectáreas en Ucrania para cultivar trigo y arroz porque ni la producción propia ni las importaciones de estos dos cereales son suficientes para alimentar a su población. Los que vivimos en este país constatamos como los chinos consumen diariamente al menos un bol de fan (arroz) y otro de mien (fideos) diarios y podemos comprender perfectamente que el Gobierno chino priorice este problema por encima de muchos otros.
En la sureña provincia de Anhuai, al oeste de Shanghai, se han encontrado con que a los problemas derivados de la superpoblación y falta de terreno cultivable tenían que añadir otro dada la costumbre relacionada con el culto a los muertos, que les estaba causando un grave problema de incendios forestales, por la quema de inciensos, documentos, ropa y otros enseres pertenecientes a los fallecidos. Dice Yuang Gang (profesor de la Universidad de Beijing): “Si todo el mundo construyera una tumba en el campo como se hacía antes, entonces enseguida nos quedaríamos sin tierra”.
Por todos estos motivos, la municipalidad de la ciudad de Anqing, de la citada provincia de Anhuai, ha decidido prohibir los entierros y decretar que los muertos sean incinerados. Y aquí viene la noticia: los ancianos que están próximos al final de su vida decidieron suicidarse antes de que la ley entrase en vigor el 1 de junio, para poder ser enterrados en un ataúd junto con sus ancestros en lugar de ser incinerados. Jiang Xiuhua, una anciana de 81 años, se fue al jardín de su casa y se colgó de un árbol a fin de que la enterrasen en el ataúd que llevaba preparando durante los últimos diez años.
Esto ha dado ideas a otros ancianos, que han optado por ese mismo camino. Y ya se empiezan a contar por decenas. “En tan sólo dos meses se ha querido cambiar por completo las tradiciones funerales de una región; cambiar en tan poco tiempo una tradición de miles de años es imposible”, escribía el periodista Jing Yishan.
Y, por supuesto se habla de la falta de sensibilidad del gobierno, que ha sido capaz de promover la entrada en vigor de la ley en un periodo tan corto que no ha permitido la sustitución de modernidad por tradición.
5.000 años
Y ésta, la tradición, es algo que cualquier empresa que quiera hacer marketing de sus productos en China tiene que tener muy en cuenta, porque en un país cuya cultura data de hace 5.000 años, es determinante. Y especialmente si el producto está en el sector agroalimentario. No hay producto más local y más pegado a la tradición que los alimentos. Y sí, es cierto que la globalización hace que se cambien tradiciones y se adopten nuevos formatos de consumo. McDonald’s o Coca-Cola son paradigmáticos a este respecto. Pero la implantación de nuevos productos de alimentación en China hay que tomársela con paciencia y presupuesto de tiempo y dinero.
Hace unos días nos visitó una empresa italiana que quería vender pizza en porciones para comerse por la calle, al estilo de lo que se hace en los US o en la propia Europa. Aquella gente me decía que no comprendían cómo no se veía por las calles a la gente comiendo de un cucurucho, y que ellos iban a popularizar ese consumo callejero. Como es lógico, nosotros les advertimos de otra realidad distinta de la percibida por ellos.
Es cierto que el gran monstruo de las pizzas, Domino’s, está en China, así como el más popular en el país, Papa John’s; también es cierto que se venden pizzas a domicilio, pero sobre todo, la pizza en China es un producto de restaurante y resulta tremendamente caro por comparación con los costes de la comida callejera china.
Y de lo otro que les advertimos es de que Shanghai está repleto de pequeños comercios de comida callejera que están abiertos a todas horas. Y a unos precios imposible de batir.
Tres ejemplos:
1. Son muy populares los baozis. La gente desayuna dos en el camino al trabajo. Es un bollo de harina hervido al vapor y relleno de diferentes cosas: carne de cerdo, de pollo, setas, verduras, taro, sésamo negro, natillas y toda suerte de comestibles susceptibles de aguantar el vapor. En la foto [dos primeras imágenes] os ofrezco uno de carne de cerdo que por cierto está riquísimo.Y solo cuestan ente 1,5 y 2 rmb (19 y 25 céntimos de euro, respectivamente). Esto, desde las 6.00 am.
2. El segundo toma protagonismo por la noche, porque llegan a cada esquina unos tipos con un triciclo [tercera imagen] en le que montan un fogoncillo y te preparan un chaw mien (fideos fritos), con huevo y verduras con el que tienes suficiente para cenar por 7 rmb (0,9€), y también te hacen toda clase de productos a la brasa, desde pinchos de carne y pescado, hasta pulpos y ostras, pasando por verduras.
3. O, también el caso del vendedor de cangrejos de río [cuarta foto]. Te los acompaña con un par de guantes de proctólogo para que no te pringues los dedos. Y una salsa picantorra de excelente sabor.
Os diré que cuando me dan las tantas en la oficina, estos puestecillos son una solución estupenda.
Ante este escenario, les dijimos que nada es imposible, ¡claro!, pero que se armasen de paciencia porque convencer a gente que está acostumbrada desde hace 5.000 años a ese formato de consumo de que lo cambie por una porción de pizza de 5€ les iba a llevar un poco de tiempo.
Por cierto, en los más de dos años que llevo viviendo en China, he comido en toda clase de restaurantes, de todo tipo de niveles y calidades, y nunca he tenido ni el menor asomo de gastroenteritis. Ayer en L’Estartit, en un restaurante adornado de tenedores de los de a 70€ el cubierto nos dieron un pescado en mal estado (protestamos, y tuvieron el detalle de no cobrarlo) pero Lola y yo nos fuimos a la cama con cagarrinas. Disculpad el barbarismo, pero como dice el refrán “donde menos se espera, salta la liebre”.
Mo ye sú
Bellaterra, 21 de julio de 2014