El sistema sanitario se prepara para la desescalada y, como el resto de la sociedad, se tendrá que adaptar a la nueva situación que está transformando irremediablemente cualquier previsión que se hubiese establecido para este año en la mayoría de los entornos. Está claro que habrá un antes y un después de este confinamiento y que la vuelta a la -por muchos- tan anhelada normalidad no será un regreso a la cotidianidad previa. Y en estos días, el sector salud -desde aseguradoras a cuerpos profesionales, pasando por laboratorios farmacéuticos a hospitales- se preparan para esta nueva era y planifican ya la medicina post-Covid.
Y en esta planificación deberán tener cabida nuevas dinámicas recientes como la alianza entre el sector público y el privado. Durante la crisis sanitaria esta colaboración ha sido clave para poder hacer frente a la situación mediante la aportación de camas, centros o personal por parte de la privada. Una alianza que seguirá siendo clave y que no debería quedar únicamente en el marco de la crisis para poder recomponer el sistema sanitario, hacer frente a los nuevos casos de coronavirus que sigan apareciendo y aligerar las listas de espera generadas en las últimas semanas.
Pero esta crisis no solo ha afectado al sistema. La población también ha cambiado, al igual que sus hábitos y exigencias, y todos los actores del sector deben tener esto en cuenta y cultivar, más que nunca la resiliencia. El sector al completo debe ser capaz de recomponerse y salir reforzado de una experiencia dura y sin precedentes. Con más aprendizajes. Con más y mejores recursos. O, como mínimo, herramientas, estrategias y acciones, adaptadas a esta “nueva sociedad”.
Entre los principales cambios encontramos el de verificar la información que nos llega. El consumidor se ha vuelto más desconfiado y exige mayor credibilidad y transparencia en toda la información que recibe relacionada con el ámbito de la salud. En este sentido, la nueva era post Covid-19 requerirá de nuevos referentes y la industria deberá mover ficha para cambiar la percepción que tienen de ella los ciudadanos: un sector en el que hasta ahora ha primado la innovación frentes a las buenas prácticas.
Hay que seguir innovando, pero probablemente muchas novedades vayan orientadas a poner en valor y contribuir a la mejora de los cuidados y el bienestar de la gente. Esta crisis ha creado cierta hipocondría social que puede llevar a afianzar, por ejemplo, la medicina preventiva. Pero, ¿estamos dispuestos a estar continuamente monitorizados no solo para evitar problemas de salud sino para ser capaces de generar datos que puedan ser usados para estudios de la comunidad médica?
El procesamiento de grandes cantidades de datos serán clave en el ámbito de la medicina personalizada. Y para ello, salud y tecnología van a tener que ir, si cabe, aún más de la mano para conseguir convertir todos esos datos en un lenguaje comprensible para los sanitarios.
¿Y qué pasará con los hospitales, clínicas centros de atención primaria? Esta crisis ha demostrado que muchos pacientes, sin factores de riesgo, han dejado de colapsar salas de espera de forma innecesaria. Y han descubierto la telemedicina que muchos consideran que ha llegado para quedarse. Ahorro de tiempo, mayor seguimiento en pacientes que así lo requieren, evitación del colapso en salas de espera y menor exposición a posibles virus y enfermedades. Ahora que el paciente ha cogido el hábito y ha visto los beneficios, ¿qué pasos se darán en el sector para consolidar la telemedicina?
En el punto de mira de la sociedad también está la industria farmacéutica. Si a lo largo de los años se ha tenido que adaptar a cambios estructurales, tecnológicos o sociales de forma más o menos eficaz, ahora no va a ser menos. Uno de los principales problemas con los que se ha topado es con la limitación del acceso a materias primas necesarias para la producción de ciertos medicamentos ya que éstos suelen proceder de China o India, países que han limitado la exportación.
Esto apunta a que, entre los diversos cambios a los que tendrá que hacer frente el sector, las marcas europeas o estadounidenses se tendrán que empezar a plantear el establecimiento de plantas propias cercanas con el fin de garantizar el acceso a materiales en caso de que se llegara a dar una nueva situación de crisis.
En las últimas semanas, prácticamente la totalidad de las empresas que conforman el sector – como otras muchas- han aunado fuerzas en la lucha contra el Covid-19 y otras se han lanzado a la creación de iniciativas solidarias para ayudar a mitigar los efectos de la pandemia. Una solidaridad y ganas de aportar que han nacido de forma espontánea y que han quedado en la retina de los ciudadanos.
A partir de ahora, probablemente el precio dejará de ser el principal motor para el consumidor -aunque seguirá siendo muy importante- para empezar a valorar mejor y a tener preferencia por aquellas compañías y/o marcas que aporten algo a la sociedad. Y eso afecta directamente al papel de la RSC que debe servir para conectar los intereses de la empresa con las expectativas de la sociedad.
En definitiva, el escenario post-Covid puede ser una ventana de oportunidad para cambiar nuestra visión, propósito y misión para y lograr hacer de éste, un mundo más saludable, más solidario, más sostenible y más justo.