Nada más abrir los ojos por la mañana, Paula echa mano de su teléfono móvil y, sin salir aún de la cama, consulta su correo electrónico. Uno de los emails recibidos procede de una organización sin ánimo de lucro agradeciéndole su donación y recalcando que “cada pequeña ayuda puede suponer un gran cambio”.  Eso siempre lo ha tenido Paula muy presente y por eso ha colaborado en todas las causas que ha podido.

Pero como Paula, muchos españoles. Y por eso dicen que ser solidarios es uno de los rasgos más admirados de nuestro carácter. De hecho, la búsqueda “cómo puedo ayudar” ha multiplicado por 8 sus apariciones en el periodo comprendido entre el 8 de marzo y el 4 de abril. Pero es que, si antes ayudar era importante, ahora es imprescindible.

Podríamos definir solidaridad como el apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Como ésta que vivimos ahora.

Y por eso, hemos visto con cierta naturalidad que ante la crisis del coronavirus se haya desatado una oleada de muestras de solidaridad emocionante. Solidaridad procedente tanto de iniciativas promovidas por organismos e instituciones, como la de #CompartimosBarrio para ayudar a los vecinos o la de las cartas de ánimo anónimas para los pacientes aislados en los hospitales; como iniciativas espontáneas tales como la del arrendador que concede descuento al arrendatario, el particular que abre su wifi para que un niño del bloque pueda acceder a las tareas escolares o el artista que comparte su arte.

Y es que la solidaridad puede adoptar tantas formas como seres humanos y circunstancias hay y todas y cada una de ellas contribuyen a transformar el mundo. Pero no solo las acciones solidarias que atienden a necesidades materiales, sino también aquellas que atienden necesidades intangibles y que, a veces, pesan más, como la soledad. Se trata de actos cotidianos que hacen un gran bien, como una llamada telefónica para que te cuenten cómo se sienten, reenviar un chiste por Whatsapp para compartir unas risas o preguntar qué tal se encuentra al vecino de enfrente, que sabes que vive solo, cuando se asome al balcón para comprobar que la ciudad sigue vacía. A veces, los gestos más sencillos se convierten en las muestras de solidaridad más valiosas.

Esta solidaridad desatada entre ciudadanos anónimos también fue abrazada de inmediato por muchas marcas, sabedoras de su poder de influencia. Una influencia que tienen la responsabilidad -y la oportunidad- de utilizar bien, pues cuando así es, el retorno es infinito. 

Es un momento crucial para que las marcas se posicionen. Aquellas que pongan a disposición sus recursos, aquellas que hayan entendido que el negocio puede esperar y, en definitiva, aquellas que tiendan la mano de forma auténtica, sin postureo, para echar una mano en esta crisis, serán aplaudidas por todos y, sin duda, recogerán el fruto de su esfuerzo más adelante. 

La solidaridad es uno de los valores éticos y humanos por excelencia. Es una parte indisoluble del ser humano y de las sociedades que éste compone. En todo el mundo vemos personas conectando entre sí, practicando pequeños e imaginativos gestos de solidaridad cotidiana, uniéndonos a través de balcones, redes sociales, ciudades y países. Gestos que nos emocionan y nos conmueven. Gestos que nos inspiran y gestos que nos animan a seguir adelante cuando somos los que necesitamos el aliento.

El día a día nos ofrece numerosas oportunidades de contribuir a mejorar nuestro pequeño mundo y, hoy más que nunca, debemos fomentar la cultura de la solidaridad que se ha desatado para cuidar de los nuestros y de lo nuestro, en el presente y en el futuro. Ser valientes y dar ejemplo cuando las circunstancias nos lo brinden. Convertirnos en modelos para que cuando otros se miren en nuestro espejo, recorran el mismo camino. La solidaridad puede adoptar múltiples formas y todos podemos -y debemos- alimentarla.

Es tiempo de ayudar a los demás, más que siempre, y las marcas tienen una gran oportunidad para activar su lado más humano desde lo cotidiano, encontrando una causa desde la que poder contribuir para mejorar la vida de esas personas con las que desean conectar. 

Son las 19:58h y Paula se dispone a asomarse al balcón para seguir llenando de aplausos los corazones de los sanitarios.