El pasado fin de semana me encontraba en la célebre tienda de muñecas American Girl en la Quinta Avenida de Nueva York con Valeria, mi niña de 7 años, ofreciéndole una muñeca de unos 100 euros. Si bien se le iluminó la cara, su respuesta vino en forma de pregunta: “¿papá, llevas suficiente dinero?”. Efectivamente, no llevaba suficiente metálico, pero sí una colección de tarjetas de crédito y débito en mi cartera.

Los sistemas alternativos al dinero en metálico emitido por gobiernos tienen sus orígenes en las épocas anteriores a Cristo en forma del talón bancario. Aunque podría decirse que la popularidad del talón echó raíces en el siglo XVII, éste perduraría, logrando su pico de utilización tan recientemente como en los años Noventa. En los Cincuenta, Diners introdujo la primera tarjeta de crédito, lo que daría lugar a redes como Visa, MasterCard o American Express, populares métodos de pago que liberaron al consumidor de llenar sus carteras de metálico. En la década de los Ochenta, Citi introduce la tarjeta para cajeros, y en la siguiente se lanzan las tarjetas de pre-pago y las tarjetas regalo, pre-cargadas con una cifra específica para utilizar en cualquier establecimiento o limitadas a tiendas específicas.

El siglo XXI, de la mano de nuevas tecnologías, aspira a eliminar las formas de pago físicas, ya sea papel o plástico, a través de carteras electrónicas. Con la omnipresencia de los smartphones, vemos llegar a consorcios de comerciantes y/o empresas de tecnología con aspiraciones a dominar una categoría que mueve mucho dinero, el dinero… valga la redundancia.

MCX, consorcio de comerciantes estadounidenses incluyendo a Walmart, Target, Best Buy y Gap, propone un sistema de pago electrónico a través de smartphones. Google responde con GoogleWallet. Square lanza un sistema de pago electrónico para pymes. Y Apple, cómo no, acaba de anunciar su ApplePay con grandes ambiciones. Llama la atención que en su anuncio de nuevos productos más anticipado de la época post-Steve Jobs, el producto más sexy de la marca de la manzana no fue ni el iPhone 6, ni el AppleWatch al mejor estilo Dick Tracy. Lo más atractivo fue ApplePay, su sistema de pago electrónico.

Sistema estándar

Pero el mundo del dinero no es simple. Hay mucho dinero de por medio, y muchos intentan sacar su parte: bancos, redes de tarjetas, comerciantes y empresas de tecnología. Todos ellos gigantes. Y todos aspirando a lanzar un sistema estándar, para cobrar un porcentaje de cada una de trillones de transacciones anuales.

Sin duda, hay varios obstáculos. Unidades de punto de venta, seguridad y estandarización son algunos de los más obvios. Existen alternativas en distintos tipos de tecnología como los códigos QR o el NFC (Near Field Communication — sistema inalámbrico) que funcionan a través de escanear o acercar un smartphone a la unidad de pago, respectivamente. Así como sistemas de seguridad anti-fraude con contraseña o con reconocimiento de huellas digitales.

En su afán de reinventar otra categoría, como lo hizo con los ordenadores, la música o la telefonía, Apple intenta cambiar la industria de pagos. Para ello, se ha aliado con emisoras como Chase, Citi o Bank of America; con comerciantes como Macy’s, McDonald’s, o Nike; con redes de tarjetas como American Express, Visa o MasterCard; y con apps como las de Sephora, Starbucks o Uber. Pero no lo tendrá tan fácil. Google Wallet cuenta con la mayor penetración de sistemas operativos con su plataforma Android, y el consorcio de MCX no tiene intenciones de participar en el programa de ApplePay. Las cartas están echadas. Es demasiado temprano para saber quiénes serán los ganadores. Pero lo que está claro es que el papel y el plástico pronto quedarán en el pasado.