Los clichés se inventaron para no tener que pensar. Son, pues, hijos de la pereza y sobrinos de la superficialidad.

El cliché dice que los creativos somos egocéntricos. Para mucha gente así es y no hay más que hablar. Es una sentencia cómoda, que libera del trabajo de hacerse preguntas.

En otra ocasión trataré de escribir por qué los individuos más egocéntricos que he conocido no son en su mayoría creativos, sino personas con un hambre y una necesidad de poder que se confunde con su propia autoestima. Pero eso será otro día.

Hoy quiero hablar del Día C, cuya XII edición tuve el honor de clausurar hace unas semanas en Pamplona, y de por qué tiene tan poco que ver con el ego.

El Día C, y si me apuráis, el propio Club de Creativos, existen por una poderosa razón: porque no benefician a nadie en concreto, sino a todos en general.

El Club de Creativos nació como la idea insensata y romántica de unos creativos hace dieciséis años. Como todas las ideas nuevas, desde el principio fue discutida desde dentro, criticada desde fuera, o simplemente recibida con condescendencia.

La idea era y sigue siendo recoger la memoria colectiva de nuestro trabajo en un anuario, rescatarla del olvido de lo efímero y aprender los unos de los otros. Entender cómo nuestros predecesores se enfrentaron a dilemas que, aunque diferentes a los nuestros, tuvieron en común con nosotros el vértigo de lo nuevo, del papel en blanco.

Y eso, ofrecérselo a la comunidad desinteresadamente. En un mundo competitivo y feroz, esa idea era una especie única que el CdeC quiso salvar de la extinción: el bien colectivo frente al interés personal.

Nada como un libro para aglutinar a distintos seres humanos en torno a una idea. Nuestro Anuario ha tenido el poder (modesto e inocuo, eso sí) de convocar a la más numerosa asociación de creativos profesionales del país. Todos ellos dispuestos a donar su tiempo, sus ideas y su esfuerzo sólo porque hacerlo era mejor que no hacerlo.

Conseguir que el Día C se convierta en el Certamen de la Creatividad Española, sin más ayuda que las cuotas de los socios, las inscripciones de las piezas y las contadas aportaciones de unos patrocinadores tan románticos como nosotros mismos, no se consigue con ego.

Haber logrado que los creativos tengamos una voz colectiva propia y que toda la industria acepte con naturalidad que sea el CdeC quien promueva, seleccione y premie la mejor creatividad española, sólo se consigue trabajando con entusiasmo, cooperando con generosidad y sin esperar nada a cambio.

Dos años siendo la voz del colectivo de creativos me ha confirmado que al CdeC nadie se acerca para ver lo que puede sacar, sino qué puede aportar.

Somos una organización sin ánimo de lucro. No sinónimo de lucro.

El Día C no es una feria de vanidades empresariales en la que cada cual quiere verse por encima de los demás. Es muy diferente a eso: es un encuentro de individuos que comparten una pasión común por la creatividad.

Ese día intercambiamos lo más valioso que tenemos: el talento de nuestros socios.

Aprendemos unos de otros y, sí, competimos. Examinamos, escudriñamos y comparamos lo que cada uno ha conseguido producir durante el último año.

Claro que existe la envidia. Somos humanos. Pero nosotros lo llamamos admiración. No nos duele lo que el otro tiene, sino lo que nosotros no fuimos capaces de inventar. Sentimos con amargura nuestra propia pequeñez. Queremos ser mejores con todas nuestras fuerzas, pero no a cambio del fracaso ajeno, sino del acierto propio. Que los demás sean grandes nos hace grandes a nosotros.

Los que seáis aficionados al fútbol lo entenderéis bien. Se llama deportividad.

Casi fácil

El Día C es ya el Certamen de la Creatividad Española. Eso ha ocurrido casi solo, ha sido casi fácil, porque la gente – creativos, anunciantes, agencias, toda la industria- decidió que había llegado el momento de que así fuera. Todos nos sentíamos huérfanos de ese espacio y fue algo natural que el Club de Creativos lo ocupara.

Ser presidente del CdeC y haber estado aquí en este preciso momento ha sido un privilegio: una de las mejores cosas que esta profesión me ha dado.

Gracias a todos vosotros, a mi junta y sobre todo un eterno millón de gracias a Concha Wert y a su equipo: Conchi, Inés y Philippe, verdadero pal de paller del CdeC en Barcelona.

Mucha suerte a la nueva junta. Mucha suerte a todos.

Ilustración: Jordi Carreras