Confieso que la primera vez que lo vi me dejó una pequeña tristeza, una pequeña basurita en el alma, como decía Mafalda.

El spot de la lotería de este año es diferente al anterior en todo. Salvo en el final.

El protagonista no compra lotería, y aun así le toca porque sus amigos le guardaron un décimo.

Final feliz, sí. Pero es el mismo final feliz. Plof.

No pude evitar pensar que se había perdido una oportunidad.

Sin embargo, me equivocaba. La gente de la calle no piensa en lo que pensamos los creativos.

Y las pruebas son abrumadoras.

Si los americanos tienen la Super Bowl, los británicos tienen la Navidad.

Un evento anual donde las grandes marcas se retan unas a otras y exhiben su capacidad de impresionar.

La Navidad británica, por medirla de alguna manera, está hecha de los 37 leones y 7 Grand Prix de Harvey Nichols, John Lewis y Sainsbury’s.

Este año, la prensa británica cree que la historia de Justino y sus maniquíes es superior al hombre en la luna de John Lewis y a Mog, el calamitoso gato de Sainsbury’s.

Un 65% de los lectores del Telegraph así lo han votado.

El diario gratuito Metro sentencia que esta Navidad el bueno de Justino les ha arrebatado la corona a John Lewis y a Sainsbury’s.

El Mirror, con su amarilla inmoderación, cree que Justino es el anuncio más conmovedor jamás creado.

E incluso el diario económico City A.M. se pregunta cómo un desconocido anuncio español pudo ganar la batalla publicitaria más importante del Reino Unido.

Una pregunta del todo pertinente, tratándose de un anuncio no emitido en Gran Bretaña.

Es como si un anuncio español hubiera sido el mejor de la Super Bowl y los propios americanos se descubrieran ante él y aceptaran su derrota.

Este es, seguramente, el mayor éxito que una campaña española ha tenido nunca.

No se trata de un Grand Prix en un festival. Esto es fuego real.

Esto no es un diseño español aplaudido en una pasarela. Esto es Zara.

Justino ha conseguido cautivar a la audiencia del país con mejor paladar y más cultura publicitaria.

¿Y por qué este año sí? ¿No es el mismo final, el de la oportunidad perdida, el de la basurita?

En mi opinión, haber soslayado la crisis, tan presente el año anterior, lo convierte en intemporal.

Hablar de generosidad entre compañeros, sin melodramas ni tragedias, lo acerca a una Navidad más anglosajona y por tanto más universal.

La ausencia de texto, incluso la animación, ayudan en esa misma dirección.

Es bastante fácil predecir que traerá éxitos y gloria a sus autores. Sin embargo, ya nos ha traído mucho a todos.

¿Cuánto tiempo hacía que lo que la gente deseaba ver era un anuncio? Si no he calculado mal, me salen alrededor de 8 millones de visualizaciones, a quince días del sorteo.

Muy pocos se acuerdan ya de cuando la publicidad era mejor que cualquier programa.

Justino nos ha hecho sentir de nuevo que trabajamos en un oficio mágico. Un orgullo casi fósil, sepultado por bloques y bloques de tedio y vulgaridad.

Y lo más importante: Justino ha demostrado que aún hay anunciantes que se toman el éxito de su publicidad muy en serio. No, no se habían extinguido.

Loterías no ve su publicidad como una herramienta para hablar de sí misma, sino como un producto más de su catálogo. El único que se consume gratis.

Loterías no nos ha dicho que vende sueños. Nos los ha regalado.

Ahora ya da igual qué número salga en el sorteo. Este año, el gordo nos ha tocado.