De siempre he sido muy fan de las personas y/o instituciones varias que viven en una burbuja y a las que no les afecta la opinión de los demás, sea acertada o desacertada, real o irreal. Se han creado su propia realidad y ya les puedes decir misa que por un oído les entra y por el otro les sale.
Creo que viven más felices. Para ellos, todo lo que hacen está bien y no se cuestionan nada. Y si les comentas que, en tu opinión, se equivocan en alguna cosita, buscan los argumentos más enrevesados para darle la vuelta gratamente a la tortilla y darse la razón a sí mismos.
Claro que, de esta manera, se avanza poco. Si no te cuestionas las cosas, es complicado progresar. Pero, sin duda, es mucho más cómodo no arriesgarte a cambiar de opinión y confiar en que el mundo que te rodea, que te conoces y dominas, no cambie nunca. El concepto Virgencita, virgencita, que me quede como estoy, tan en boga en estos tiempos recesivos que nos toca vivir.
Por suerte siempre hay estudios inspiradores que provocan rupturas en el pensamiento establecido obligándonos, aunque no queramos, a cuestionarnos nuestras propias opiniones. Informes que hacen temblar las estructuras de lo que creemos. Unos cuantos folios más poderosos aún que un taconazo de Gutiérrez en tierra no conquistada desde hace veinte años.
En este sentido me gustaría citar una noticia aparecida el otro día en el Marketing News de esta santa casa: ‘Ver la televisión como siempre seguirá siendo lo habitual, para bien de los anunciantes’.
¡Córcholis! O sea, que todo este rollo de YouTube, de Google, del iPad, de Facebook, de los blogs, de Twitter, de Digg y de esas moderneces era sólo un bluff. ¡Lo sabía, lo sabía! A ver si esto cala donde tiene que calar, apagan el internet, que no es rentable, dan marcha atrás en lo de la TDT y volvemos a tener sólo la Primera Cadena y el UHF con la tranquilidad de share que esto supone.
Sigamos leyendo, a ver si nos dan más pistas: “Ver la televisión de la manera lineal tradicional seguirá siendo habitual dentro de varios años, a pesar de la popularidad de los servicios bajo demanda que han sido demasiado sobreestimados, según un estudio de la consultora Deloitte que destaca The Guardian, que no tiene ningún empacho en ir contracorriente de otros también recientes. Este trabajo anima a los anunciantes a no perder la fe en la efectividad de la publicidad en la televisión convencional, argumentando que los servicios on line y bajo demanda de televisión han sido sobreestimados por su enorme repercusión mediática, pero no real”.
Vaya por Dios, no era lo que yo estaba pensando. Me había emocionado sin motivo. Resulta que el estudio sólo habla de otras maneras de ver la programación de tele convencional que parece que no son muy exitosas por el momento. La verdad es que, no hagan caso al párrafo de arriba, se me ha calentado la boca: yo siempre he creído que el social media es el futuro (y el presente) total de todo y que la tele ya no la ve nadie.
Un momentito, un momentito, no se vayan todavía que aún hay más: "En 2010 la mayoría de los consumidores probablemente permanezcan felices viendo la programación de forma lineal, en lugar de estar resentidos por lo que algunos expertos han denominado como la tiranía de la programación… La televisión tradicional mantiene significantivas ventajas, como la facilidad de su uso y la inercia ante el mando”.
All Stars
¡Ah, bueno! Entonces todo bien. No hay que tocar nada. Seguimos como siempre, porque esas inercias ante el mando no hay quien las derribe. Ni que se pongan a empujar juntos Zuckerberg, Jobs, Gates, Brin y Page. Así que aquí no ha pasado nada, ni ha cambiado el comportamiento de los consumidores, ni hay que cambiar los modelos de agencia, ni las inversiones de los anunciantes, ni nada de nada.
Me quedo mucho más tranquilo.
Y superfeliz sabiendo que los tiranos de la programación me han obsequiado esta noche con uno de mis sueños televisivos más salvajes: el Gran Hermano All-Stars.