Hace más de diez años que mi tocayo capilar, el Sr. Seth Godin, se inventó el concepto de permission marketing. Según Wikipedia, se trata de que los mercadólogos (nota mental, hacerme tarjetas nuevas: Antonio Pacheco, Mercadólogo Creativo. Flyers, Banners y Lectura del Tarot.) soliciten permiso antes de enviar publicidad a los consumidores.

Evidentemente, esta teoría no ha tenido gran éxito al ser llevada a la práctica, salvo para el amigo Seth, que se infló a vender libros (corroborando mi idea que los Laboratorios Bellido de este mundo no sirven para mucho, si no de qué iba a estar éste calvo con el pastón que tendrá). Los consumidores siguen siendo impactados por publicidad que no han pedido. Y, qué quieren que les diga, a mí me parece que no hay nada malo en ello, siempre que:

a) no se les moleste

b) reciban algo a cambio en forma de contenido

Con la que está cayendo, la pelea está cada vez más difícil y los consumidores aumentan su rechazo a los contenidos sin valor. Todo aquello que es superfluo o que pasa desapercibido se ignora o, aún peor, genera animadversión.

En esta coyuntura estamos viendo grandes esfuerzos de las marcas por adentrarse en el comunicacionalmente (el corrector de Word me lo subraya, así que me debo haber inventado el palabro) resbaladizo terreno del buenrrollismo. Todos somos más solidarios, juntos podemos, el futuro será lo que nosotros queramos que sea, etcéetra. Esfuerzos de los que soy partidario, porque soy bastante fan de que las marcas se pongan del lado de los que más sufren la crisis y que sean solidarias de verdad.
Por eso me sorprende tanto que algunas de estas marcas que se gastan el pastón en sus campañas de imagen, practiquen simultáneamente el intromission marketing, destrozando así el buenrrollismo cliente-marca que se hubiera podido generar.
Seguramente es mi caso particular que, como soy bastante rarito, no me gusta hablar por teléfono, pero pienso que el telemarketing no solicitado es la peor herramienta de comunicación del mundo. Y no se trata de que “es que igual me ofrecen algo que me puede interesar”. Pues miren, lo dudo mucho. Si algo me interesa, ya me busco yo la vida para encontrarlo, y el hecho de que me molesten en mi casa ya supone que me predisponga en contra de lo que me vayan a contar.
Ahora, igual que les digo una cosa les digo la otra, un buen servicio de atención telefónica puede hacer mucho más por una marca que una campaña de publicidad convencional a todo trapo. Es una conversación que puede generar millones de conversaciones positivas.

Nervios

Con todas las personas de mi entorno (profesional y no profesional) que lo comento, pasa lo mismo. Quien más, quien menos, se ha visto en alguna parecida a la que yo sufrí el martes pasado. Eran las 21:55 y estaba dispuesto a visionar la final de Gran Hermano: El Reencuentro. Imagínense ustedes los nervios previos a un evento de tamaña magnitud.

De repente, suena el teléfono: no sé si a ustedes les pasa, pero en mi casa ya nadie llama a lo que viene siendo el fijo. Solamente hay una persona que rompe esta tendencia: mi suegra. Mirada a mi señora esposa, acompañada del conveniente “será tu madre”, para que se levante a contestar. Transcribo la conversación:

— Buenas tardes señora le llamo de Proveedor de ADSL
—Hola, mira, es que no sé por qué llamáis tan tarde, no son horas,
— Es que tenemos una oferta de ADSL a 763 megas por minuto por sólo 3 euros.
— No, no me interesa. Muchas gracias. Adiós.
Cuelga el teléfono y vuelve a sonar a los dos minutos. Se levanta otra vez:
— Buenas noches, señora, le llamo de Compañía Eléctrica
— Le acabo de decir a una colega tuya de otra empresa que no son horas de llamar a las casas, ¿no?
— No, si a mí tampoco me gusta llamar a estas horas, lo que pasa es que, como salgo a las 10, pues estaba aprovechando por si caía algo a última hora.

No sé ustedes, pero servidor nunca tendrá su ADSL con Proveedor de ADSL, ni sus voltios con Compañía Eléctrica.